St. Vincent @ Auditorio Blackberry

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Por Luis Arce (@lsfarce) /// Fotos Ana Cecilia Avalos Reyes

Justo en el momento cuando Annie Clark se abalanzó sobre el público, para interpretar una nueva pieza de corte más experimental, titulada “Krokodil”, soltando puñetazos y patadas contra una audiencia, que, por extasiada, trataba de aprovecharse de ella; entendí que la noche pertenecía por completo a la enervante sensualidad de St. Vincent.

Por supuesto, antes de ese momento, la compositora había conseguido apropiarse de la velada con magistrales interpretaciones de su álbum Strange Mercy, entre ellas “Surgeon”, “Chloe in the Afternoon”, y la fantásticamente neoyorkina “Dilettante”; además los éxitos “Actor” y la aclamada “Marrow”. La triada conformada por “Marrow”, “Krokodil” y “She’s Beyond Good and Evil” –un cover a The Pop Group del cual Annie ha logrado apropiarse con sumo equilibrio escénico y de significado– representó un prologando clímax del concierto. Annie Clark parece una experta de la narrativa audiovisual. Su caracter anticlimático –refiriéndome, por supuesto al concepto de anticlimáx de Italo Calvino; le permite representar situaciones de una mente voluble pero consciente de ello. Va de lo asolado a lo atmosférico, de lo planeado a la caótica improvisación, de “Black Rainbow” y “Cruel” a “Champagne Year”.

Con ello no pretendo resignificar los momentos que transcurrieron antes de “Krokodil” de manera austera e ingrata con lo audiencia que lo presenció –incluida la idiota que intentó quitarle un zapato–; es sólo que algunos momentos, algunas melodías (como la canción “Strange Mercy” lo hace con el álbum que lleva su nombre), incluso algunas circunstancias, encapsulan despreocupadamente todo lo que ocurrió alrededor de ellas. Tales momentos, son tan definitivos como un golpe knock-out, y tan necesarios para recordar como las píldoras de ginko biloba. Surge un halo de exterioridad sobre ellos, y son capaces de crear demarcaciones que luego servirán para reconocer si tal acto debe acceder la categoría de nuestros gratos recuerdos; si debe convertirse en un relato digno de contar.

Lo creo, por ello trato de recrearlo. Sin embargo si he decirlo con franqueza: deben saber que St. Vincent en el Auditorio Blackberry fue un relato que a la gente presente dentro del recinto, siempre le gustará contar.