Por Luis Arce (@lsfarce) /// Fotos BigIdeas (OzCorp)
La intensidad del sonido de mide en decibeles. Cada golpe es una advertencia de dicha intensidad, y como cada golpe, el sonido se suspende de la incertidumbre en torno a lo que pueda o no suceder. La exploración sonora característica de artistas cuyo material consiste en cintas, voz y pedales de distorsión, se sujeta por completo de aquella incertidumbre. Es un constante fluir de intuiciones.
No pasó mucho tiempo antes de que Joke Lanz, artista que trabaja entre los límites del performance y la improvisación sonora, comenzara a retar al público, bajo la premisa de no entregarles un solo espacio dentro de su presentación.
Utiliza tres pedales, dos Heavy Metal (el primero con la distorsión hasta el tope, el segundo carece por completo de ella), y un Delay; dos micrófonos, uno de ellos de contacto, loops, cintas, y por supuesto su corporalidad. Es casi estoico en sus sensaciones. Uno podría pensar que de un momento a otro te escupirá en la cara, mientras se burla de aquellos que deciden gritan “wooo” cada permite un silencio. Una figura como esta no puede atenerse a la convención de concierto o presentación. Aquí sólo hay agresividad, intuición humana, una danza epiléptica. Cada sonido se consume extrañamente dentro de la potencia escénica del artista. Debido a ello, estar cerca del escenario multiplicaba la experiencia de estos caóticos sonidos. Podías mirar lo que Lanz ejecutaba, pero sólo él podría comprenderlo. This is his head después de todo.
La improvisación es un lenguaje de incertidumbres, pero sublimado por una gran seguridad: si puedo derrumbar este lugar con el sonido, entonces voy a intentarlo. El ruido es fascinante porque se apropia sin mucho problema de las personas que lo perciben. Cuando una misma persona puede dominar con maestría las fisuras que ocurren entre los dos, atendemos a una metamorfosis: un ser que originalmente parece convencional cambia intrépidamente entre sonidos. Es un cuerpo distorsionado o una mirada fija en las ondas que se extienden. Cada segundo muestra un matiz único de su personalidad. A veces, en el delicado juego de escuchar, es el ruido el que se apropia de nosotros. Artistas como Joke Lanz demuestran que uno, desde su propio lenguaje, puede hacer lo contrario; apropiarse del ruido. Desmantelarlo. Tomar la intensidad de cada decibel y hacer con ello lo que le venga en gana.
Si la exploración sonora y las secuencias de lo radical son algunos de los pormenores cotidianos de un festival como el nicho Aural; Sudden Infant ha cumplido su labor con creces. Una manera rabiosa, intrigante y necesaria para comenzar este festival.
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