Por José Marr @JR_Marr /// Fotos: BigIdeas (OzCorp)
Los conciertos organizados y consumados por Bandtastic siempre me han parecido una verdadera maravilla. Primero, porque son pequeños, con un número reducido de gente, pero a donde sólo van los que deben de ir; los que hicieron posible que viniera la banda que de verdad querían ver. Siempre ha sido un éxito Anamanaguchi, We Have Band, y en esta ocasión se trataba de A Place To Bury Strangers, una de las propuestas más ruidosas, energéticas y corrosivas de todos los Estados Unidos. A un año del lanzamiento de su último disco Worship y con dos como excelentes antecedentes, uno considerado como su mejor álbum llamado Expoding Head, entonces el catálogo del grupo estaba dispuesto para estallar en distorsión inundando las inmediaciones del Pasagüero con una estuación de ruido sin restricción.
Era curioso ya entrado el horario de la presentación ver a los mismos integrantes de staff para preparar sus instrumentos, pero eso cobra sentido ya que seguramente son los únicos que tienen medida y precisada la forma tan despiadada con la que tratan sus armas de crear sonido. Es entonces cuando comienza el concierto que uno se da cuenta que el significado del nombre de grupo toma sentido, una presentación en vivo es el lugar donde entierran a los extraños que están disfrutando de su música. “Hace tiempo que no veo a un guitarrista disfrutar tanto su trabajo”, le comentaba a mi acompañante mientras Oliver Ackermann hacía ver su guitarra como si pesara 10 gramos al levantarla al aire, moverse de un lado a otro con total dominio de lo que tocaba, que en primer acto fue una declaración de intenciones con una potenciada versión de “Deadbeat“. Era imposible no quitar la mirada del escenario, ciertamente por la cercanía y por la catarsis de energía que había en ese núcleo, pero en momentos que resonaban piezas de Worship como “You Are The One” o “Alone“, al voltear a ver al público, era un show aparte donde nadie paraba de sacudir el cuerpo y su botella de cerveza al ritmo de la música que marcaba en gran parte también, el baterista “Jay Space” que hacía temblar el suelo cada que golpeaba sus tambores.
Es el tipo de locura caótica y música sacada de las pesadillas que logra APTBS que permitió ver al bajista Dion Lunadon salirse de control mientras ejecutaban “Dead Moon Night” para aventarse a los asistentes. Pero si hubo de entre todo esto un momento “bello”, se trató de cuando el tumulto se serenó con la sutileza de “Dissolved” creando una atmósfera (incluso romántica) como antesala para poner fin a la primera parte del set que llevaría a cabo “I Lived My Life to Stand in the Shadow of Your Heart” donde todo subió de volumen visceral augurando que el clímax de la noche estaba llegando, así salieron APTBS del escenario en un encore de no más de 6 o 7 minutos que no permitieron bajar los estragos de una noche llena de estruendo, entonces los espectadores con aullidos pidieron el regreso del grupo que volvió para interpretar una versión extendida, corregida y aumentada al 200% de “Ego Dead” terminando por fin de enterrar los oídos de los presentes en un cementerio lleno de sonido.
Tras la reciente reapertura del Pasagüero, no había mejor evento para volverlo hacer sentir vivo, o despertar de su descanso; A Place To Bury Strangers demostró el por qué se les ha adjudicado el eslogan de ser “La Banda Más Ruidosa de New York“, susodicho que no se lo inventaron ellos y aunque intentan hacer creer que aún no lo merecen, sus presentaciones en vivo son un gran motivo para que los fans se lo adjudiquen. En medio de un show de luces simple pero justo, de humo e instrumentos en ebullición, las potestades de Shoegaze, Noise Rock y Post Punk que posee APTBS se hacen notar en carne viva siendo ellos los causantes de un gran espectáculo que termina por dejar sordos y enterrados de forma auditiva a quienes se toman el atrevimiento de pararse frente a tres creadores de una incontenible marea de ruido.
El baterista se llama Robi Gonzalez, chavos.
Cerraron con Ocean! no una versión extendida de Ego Dead
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