Por Tláloc Ruiz @Tlalocorg
México es una país con alta demanda de Rock psicodélico, Metal, Rock pesado, riffs pegajosos y duros; generaciones desde los 70 hasta la fecha no han dejado de consumir lo nuevo y lo viejo en el universo las guitarras con distorsión. Es por eso que cientos de ciudadanos mexicanos de todas las clases y subculturas caminaron del Metro Velódromo o Ciudad Deportiva al Foro Sol, portando orgullosamente pantalones oscuros, chamarras de cuero, botas con casquillo, playeras con demonios y tipografía de la banda que estaban por presenciar, en un concierto completamente imperdible: Black Sabbath en su gira de despedida.
“El Sabbath” procura girar con talento fresco y con buen trabajo en su camino, esta vez vienen con Rival Sons banda de Long Beach, California con bastante influencia de todo lo que se cosechaba en el rock pesado de los 70. Había muchos fanáticos de ellos rondando por el Foro y con todo el esfuerzo, el sudor y la energía liberada en el escenario ganaron muchos otros. Jay Buchanan, vocalista, se comunicaba en perfecto español, liberaba potentes alaridos a la audiencia y así fue como su set fue vitoreado. No sorprendería que regresen a un festival o a Plaza Condesa.
Un público emocionado, impaciente, acomodado en su lugar de predilección, esperando con letras moradas en pantalla en el intermedio, se comienza a desintegrar a gritos cuando todo en el escenario se convierte en llamas y un demonio anuncia la entrada del verdadero ejército de Satán, sus principales voceros, salen al escenario vestidos de negro y el príncipe de las tinieblas, Ozzy Osborne, provoca al público que le contesta sus agravios energéticamente.
“Black Sabbath”, la que da inicio a su disco de 1970, lenta, etérea, alucinante, tétrica, abre la ceremonia; los demonios empiezan a flotar en el aire, paranoia, terror, la oscuridad, esos demonios internos escapan, nos liberan y se mezclan con el aire frío que nos rodea, las sonrisas se nos dibujan y un humo intenso comienza nublar el lugar. “Fairies Wear Boots” de su segundo álbum continúa con la psicodélica y las letras fantásticas, el miedo que provoca saber que el paganismo existía mucho antes que la religión, adornado con un muy bonito y pesado riff del maestro de maestros Tony Iommi en la guitarra.
La noche fue intensa y poderosa, todo un viaje a los temores básicos, “War Pigs”, “Into The Void”, “Behind The Wall of Sleep”, “Snowblind”, hicieron que nuestras almas se incendiarían mientras que “Iron Man” y “Paranoid” nos hicieron corear sus solos de guitarra. Por fin no se trataba de una banda de morros en el bar de siempre tocando esos famosos riffs, sino que eran los mismos Tony Iommi y Ozzy Osbourne quienes interpretaban monumentales hitos en la música en persona; Geezer Butler nos mando a otra dimensión con su wah en el bajo en “N.I.B.”, y aunque para completar un verdadero y decoroso adiós nos faltó Bill Ward, Tony Clufetos, fue el encargado de darle a la banda 10 minutos de descanso con un solo de batería que terminó convenciendo y alocando al público.
Ozzy prometió dar lo mejor de si para que la gira cumpliera altos estándares y a pesar de que omitieron “Hand of Doom” y su concierto duró hasta media hora menos que la vez pasada: lo logró. Su voz se escuchaba clara, muy bien afinada, quizás hasta con más conciencia que en sus tiempos mozos. Es un choque de emociones, porque Tony tocó con gran precisión, gran maestría y alma, Geezer tronaba el bajo muy poderosamente… pero después de un rato se ven ya muy cansados, y una vez que termine la gira, es poco probable que vuelvan a subirse a un escenario.
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