Knowledge comes with death’s release:
45 años de Hunky Dory de David Bowie
Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_
En 1972 Bowie empezó una racha imbatible y pocas veces vista o repetida en la música Pop. La racha, discutiblemente, duró hasta 1983 y fue una mezcla de discazo tras discazo y casi hit tras hit. La culminación fue la gira masiva de Let’s Dance, la Serious Moonlight World Tour que lo vio llenando arenas en lugares tan poco explorados para el rock como Hong Kong o Tailandia. Hoy es difícil no pensar en un Bowie que no sea súper estrella, un Bowie temeroso o dubitativo respecto a lo que lo estaba grabando. El álbum que hoy nos compete y que cumple 45 años es el que en realidad comenzó todo y cementó el mito. El concepto repetido hasta el cansancio de que David Bowie era un cantante camaleónico empezó en Hunky Dory cuando dejó en claro que nunca haría dos discos iguales, luego de haber jugado con el Music Hall, coqueteado con el Progresivo y Folk y haber entregado un álbum digno predecesor del Hard Rock y Heavy Metal en sus primeros tres lanzamientos.
Hunky Dory es mi disco favorito de Bowie porque aquí ya no le tiene miedo a nada y suelta pistas del futuro que constantemente inventaría y reinventaría durante los siguientes años. En “Changes” y en “Oh! You Pretty Things” hace su declaración de principios y su advertencia a las generaciones anteriores que ya nada sería lo mismo, ni para él, ni para sus hijos, ni para nadie: el homo sapiens ya dejó de ser útil y hay que abrirle paso al homo superior, en una oscura referencia a Nietzsche. En Hunky Dory, Bowie le canta al outcast, a los freaks, a los que nadie quiere voltear a ver pero ahí están: a los Iggy Pops, a los Lou Reeds, a los Marc Bolans, a los Slades del mundo. Y el mensaje resonó y los que lo escucharon sabían que por fin no estarían solos.
Aunque con la portada de The Man Who Sold The World un año antes había dado pistas de que Bowie no era alguien convencional, ni el tipo de rockstar al que estaban acostumbrados a principios de los setenta, en Hunky Dory Bowie sacudió a las buenas conciencias adoptando la pose de Marlene Dietrich y abrazando un estilo carabetero y trágico en canciones como “Life On Mars?” y “Quicksand”. Le rindió homenajes a todos sus héroes en “Andy Warhol”, “Song For Bob Dylan” (aunque la canción poco o nada tiene que ver con el estilo del reciente Nobel de Literatura) y “Queen Bitch” (inspirada en “Waiting For The Man” y “White Light/White Heat” de The Velvet Underground). En pocas palabras, inventó un género y lanzó una revolución a la que un año más adelante T. Rex le cantaría en agradecimiento en “Children Of The Revolution”.
Hunky Dory es una expresión sumamente británica para decir que se está “a toda madre”. Bowie se nota que lo estaba, sabiendo y creyéndosela cada vez más en eso de que él sería el artista más propositivo de la década que estaba por delante y que difícilmente alguien le haría sombra.
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