Don’t you wonder sometimes?
40 años de Low de David Bowie
Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_
Después del infame 1976 que había tenido, Bowie forzosamente necesitaba escapar. ¿Cómo se iba a reinventar una vez más si el cambio era lo que había regido su carrera desde hacía ocho años? Fácil, iba a inventar el futuro. Pero el futuro, claro, no estaba en su zona de confort, fuera ésta Inglaterra, sus músicos habituales o sus técnicas conocidas de composición. Luego de su período en Los Ángeles, su coqueteo con el Soul y su destructiva adicción a la cocaína, no había de otra, tenía que salir corriendo de su vida y comenzar de ceros. Manejar un perfil bajo (como lo pone en imagen la portada: el título del álbum encima de una foto de perfil de Bowie tomada de la película The Man Who Fell To Earth de Nicolas Roeg y que había filmado el año anterior), comenzar una nueva carrera en una nueva ciudad (tal cual lo dice en el instrumental que abre el lado B del álbum, quizá el momento más brillante del disco), replantearse todo lo que creía conocer sobre la música tras haberse expuesto a las grabaciones de Kraftwerk. Se llevó a Iggy Pop y a Tony Visconti a Berlín y redefinió la manera de grabar, conceptualizar y presentar un álbum.
Low fue el primer disco netamente original del ya para entonces experimentado Bowie. Sí, lo de antes había sido impresionante porque como showman había llevado a límites poco explorados la figura del cantante Pop, había jugado con los medios a la mejor manera de las enseñanzas de Warhol, le había dado voz a los que no tenían voz. Había roto esquemas y tabúes al por mayor, año tras año había presentado obras impecables y memorables. Pero, hasta ese momento, no había volteado de cabeza ni descubierto su potencial a todo lo que daba. Y eso era Low. Su primera obra de 1977 era el anuncio de que el mundo estaba cambiando y Bowie era su principal heraldo. Un mundo frío y cruel se avecinaba y Bowie alcanzó a verlo, en medio de una depresión cegadora y aplastante. Y logró salir avante.
Bowie escuchó los sonidos del futuro en su cabeza y logró traducirlos a 11 canciones, que al igual que la ciudad en la que estaba residiendo y el mundo en el que vivía interna y externamente están divididas en dos lados por completo diferentes uno del otro y diferentes de todo lo que había hecho y diferentes de todo lo que podía estar sonando en ese momento en la radio. Los dos lados de Low muestran dos perspectivas casi esquizofrénicas, una sumida en la desesperación con canciones como “Sound And Vision”, “Always Crashing In The Same Car” o la enigmática “Be My Wife” (que podría o no estar reflejando su vida sentimental y el final de su matrimonio con Angie), y el otro oscuro y opresivo, sin nada de urgencia y que se encuentra en las instrumentales “Warszawa”, “Art Decade”, “Weeping Wall” y “Subterraneans”.
Low es un álbum breve, 38 minutos, pero su legado es eterno y desde que arranca “Speed Of Life” sabes que el Bowie divertido y juguetón, el Bowie extravagante y provocador, quedó atrás hace muchos kilómetros. Adelante estaba la desesperanza, la frialdad y el desencanto. Este nuevo Bowie era el mejor Bowie que el mundo hubiera conocido.
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