Por Maza, corresponsal en Barcelona
Desde hace unos años he visto como el Primavera Sound ha venido a menos en cuánto a la calidad. Aunque los números dicen lo contrario –en asistencia y ganancias– la manera de abordar el festival ha sufrido unos cambios que han provocado que cada edición la música sea lo de menos. Con el paso de los años, la moda, la fiesta y la playa –como en réplica de la ciudad que los acoge– ha tomado mayor importancia que las bandas que tocan; y eso se nota la generalización y repetición del cartel. El sold out total para un cartel, a mi entender, de medio pelo no se corresponde. La gente va a pasarla bien le pongan lo que le pongan. Y ahora, incluso, con fallas de sonido de considerables; lo que antes era un privilegio se ha olvidado. Recuerdo las primeras veces que fui al Primavera quedaba enamorado de lo bien que se escuchaba, ahora ya es cosa rara.
Pero bueno, más allá de las quejas, el festival resiste en algunos escenarios a su “Coachelización”. Aunque, como es habitual, estuvimos alejados de los escenarios principales, vimos tremendos conciertos que pasaran a la historia del Primavera. El más grande de este año, y tal vez, de los últimos cinco años fue Aphex Twin. Lo de Richard D. James es de otro mundo, es un viaje a la mente de un misántropo egocéntrico. Con una mezcolanza entre Glitch, Post Techno y collage sonoro, Aphex Twin se subió al escenario para incomodar, para hacernos tener una experiencia que no es la fiesta, pero que es más sugerente y emocionante.
El festival comenzó, para nosotros, con las presentaciones intimistas y delicadas de Aries y Julia Jacklin, ambas con una delicadeza que atrapó desde el comienzo. Lo de la gallega fue complejo porque el sonido era un poco malo y prefirió acortar el set en vez de sufrir con el horror de los bajos que impedía escuchar los matices de sus pop astral. La australiana tuvo un show preciso, sin elocuencias pero sin errores.Entre ambas un ritual de poder con Nots, lo hicieron perfecto, puro poder y tradición. Lástima del sonido que parecía bodega en vez de escenario de un festival de primer mundo.
Desde el pasado This Is Not This Heat dieron cátedra en lo que antes era escenario ATP. Post Punk de academia que llenó la tarde con gritos melódicos y la aceleración necesaria para hacernos pensar que todo está bien.
Una de las estrellas del festival era Solange, y haciendo honor a sus tablas lo hizo perfecto, salió diplomáticamente tarde, tiene unos músicos y una voz prodigiosa y un montaje minimalista pero efectivo. El problema es que no es mi onda, lo siento, quisiera que me gustara para disfrutarlo como el resto parecía hacerlo.
Qué les decimos de BADBADNOTGOOD, precisos como cuchillas de Jazz. Qué les decimos de Kate Tempest, precisa como un puño de poesía. Y Death Grips… precisos como ataque de horror rapero: puro pánico. Y después el Aphex Twin y a dormir.
El segundo día comenzó con la elegancia de Sinkane y la fuerza de Mitsky, haciéndolo con soltura y profesionalidad. Sampha voló las cabezas, era de esperarse con el currículum que se carga, pero levantar los ánimos de esa manera le augura un futuro prominente.
De ahí, nos fuimos a donde la magia sucede: el Auditori. Ahí, The Magentic Fields tocó en dos sesiones todo el nuevo disco, cincuenta canciones para cincuenta años. Aquello fue una descarnada exhibición de sentimientos. Sin miedos ni zonas frías, Stephin Merrit se asume como el mejor cronista de los últimos años, un cronista personal repleto de colores y amor.
Después de la primera sesión de Magentic tendría que estar Grandaddy, pero no. En su lugar Arab Strap dejaron claro que la vieja escuela del indie es mil veces más poderosos que la miliennial. Moffat y su actitud de hooligan se combina con la fortaleza rítmica de Middleton para llenar cualquier vacío con intensidad y drama.
Swans y su falta de piedad con los oídos, explosión directa en el vientre. The Make-up y el histrionismo trasnochando y antinatural. Run the Jewels con errores de sonido y luego Sleaford Moods con eso que hacen que es poco explicable pero que siempre les sale bien y divierte (con todo y los errores de sonido, hay que ser inútil para equivocarse en conectar un micrófono, ¡uno!). Y por último Flying Lotus y su magia desquiciada.
Para el tercer día empezamos con la perfecta conclusión de The Magnetic Fields, para después presenciar la demostración de que Weyes Blood ya está jugando en las grandes ligas. Luego como si de otro mundo se tratase fuimos a ver a Puchito y Agorazein, nación trap en un lugar ajeno. Salieron bien librados.
El dramita patético de Royal Trux en el escenario, con culminación avanzada del concierto, fue desafortunadamente memorable. Para quitarnos el mal sabor de boca, un plato fuerte repleto de campos y llanura: Angel Olsen. Con sus Pop Folk de pueblo logra hacer palpitar los corazones sensibles con muy poco. Y se acercaba el final, primero Teenage Fanclub demostrando porque son un canto generacional. Power Pop en lo alto y orgullosos representantes de los noventa.
Para muchos uno de los actos más bonitos en años fue lo de Seu Jorge tocando canciones de Bowie. A mi parecer, y con el respeto de quienes se emocionaron hasta las lágrimas, es oportunista. Regodeo nostálgico, un tanto hueco, un tanto falso, como una búsqueda de sentir algo donde no hay más que negocio. Me encanta Seu Jorge, y haberlo visto tocar sus cosas hubiera sido mejor, en fin; creo no tengo emociones.
Y para ir acabando Sleep. Puro ruido directo, metal de la vieja escuela. Sucio, agrio, sin contemplaciones. Y cerquita del final Against Me!. Soy muy fan, pero fue casi perfecto. Laura está muy curtida en el escenario, cada nota, cada grito lo coloca donde va, cada palabra al público, todo planeado. Llega, pero como si fuera un concierto en cualquier parte del mundo.
Y ya para irnos, la locura de Preoccupations. Al acabarse su tiempo decidieron seguir tocando hasta que les cortaron el audio general, pero no pararon. Siguieron tocando con sus amplis, hasta que les prendieron las luces y aún así tocaron unos minutos más. Negación del cambio.
Esperemos que así sea para el próximo año, porque si la aspiración del festival son las colas para seguir la fiesta en la playa o las aglomeraciones para ver a un mediocre Dj Coco, el festival tiene las horas contadas, no en dinero, pero sí en emociones musicales.
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