Por Diego Álvarez Rex
Trayendo de vuelta el Super Tour tras encabezar el Corona Capital del año pasado, Neil Tennant y Chris Lowe volvieron a dejar con el ojo cuadrado a cualquiera que a estas alturas no les hubiera visto en vivo, y por supuesto, dejar a sus acólitos más que extasiados con su infalible puesta en escena, que tras más de una década incluyó músicos en vivo, específicamente percusiones, violín y un teclado extra, pero ahora prescindiendo de bailarines o complicada utilería.
Entre una de las tantas virtudes de ver a este dueto en vivo, es que los arreglos en temas viejos, algunos ya con casi 30 años de vida, se mimetizan perfectamente con las piezas en promoción, logrando que temas como “The Pop Kids” y “The Dictator Decides” encajen sin ton ni son con canciones como “Opportunities”, “It’s a Sin” y “New York City Boy”, transformando sus conciertos de lo que uno ingenuamente pensaría sería una congregación al Synth Pop y a la nostalgia, a grandes raves de Deep House, Techno y Dance como muestra de cómo Pet Shop Boys ha procurado siempre mantenerse vigente y hasta sin esforzarse.
Comenzando una manta donde se proyectaran colores, siluetas, e imágenes varias, cerca del final del concierto se recayó en los tradicionales láseres verdes además de pantallas de humo fomentando el ambiente de baile, que, a pesar de ser de las pocas ocasiones en donde hay pista abierta en vez de asientos, la gente prefirió mover la cabeza y saltar desde su asiento en vez de abrir la plancha del palacio para bailar libremente, además de capturar todo momento con su celular como sí no hubiera un mañana.
El dueto londinense, muy consciente del extenso catalogo con el que cuentan, siempre se encarga de rescatar algún tema obscuro que no fue sencillo de algún disco que muchos habían olvidado tal como “In The Night”, una cara-B y “The Sodom & Gomorrah Show” del álbum Concrete, más nada superará el cántico masivo que “Go West”, “Domino Dancing” y “Always on My Mind” tienen a todos en trance.
No importa cuántas veces vengan a visitarnos alegando ser la Ciudad de México uno de sus lugares favoritos para tocar, esa impresión que sólo Pet Shop Boys puede causar en sus directos, donde cada ocasión es siempre la mejor, les ha otorgado un inamovible sello de garantía en donde ni hay edad, género, credo, subcultura o gremio que sea inmune a su magia.
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