Por Diego Álvarez Rex
Reuniones, giras de éxitos y nostalgia, un extraño resultado que el estado de la industria musical ha regresado a varios proyectos cual monstruo de Frankenstein con partes usadas y andar tropezado, más por momentos con indicios de lucidez y buenas intenciones. De todas las recientes reanimaciones, sin duda Poptone podrían ser punto y a parte.
Todos estamos conscientes del agrio final de Bauhaus y sus subsecuentes aires, así como las prolíficas carreras en solitario de sus integrantes, pero el nombre de Tones On Tail aún prevalece con cierto misterio para muchos. Con un tiempo de vida de apenas un año y un LP, a la larga de este vanguardista proyecto fue pionero en el Dark Wave, Dance Rock y hasta el Cold Wave moderno. Sí Love & Rockets vivió, murió, volvió a vivir para volver a morir de manera definitiva, este es el momento donde las primeras experimentaciones con la electrónica por parte de Daniel Ash y Kevin Haskins brillarían por fin.
Llegando a la CDMX, tras una improvisada fecha en Guadalajara producto de una cancelación en Tijuana, el dueto que sumó en el bajo a la hija de Kevin, Diva Dompe, sonó y se vio espectacular sobre el entarimado del Auditorio BlackBerry. Un puntual juego de luces negras que resaltaron en la oscuridad los atavíos del trio con el nombre de la banda inscrito, sumado a un potente volumen que por momentos generó ruido blanco, fue ambientación inmejorable para la hora y media de concierto.
Los discretos pero cabales arreglos con laptop a temas con más de treinta años de vida sin duda fueron un gran extra para que este muerto en vida se sintiera inclusive peligroso. Las influencias del Jazz más lúgubre en “Happiness” y “Movement of Fear”, abocadas al Post Punk de “OK, This is the Pops” y “There’s Only One” que hoy podrían hacerse pasar por Dance Rock de los 2000s, apenas fueron ejemplo de cómo el canon de Tones on Tail es tan atemporal que da miedo. Tan accesible al odio sin adiestrar, pero a su vez con una clarividente creatividad al que la vanguardia no se puede resistir, escuchar estos temas en directo con dos de sus integrantes originales en pleno 2018 más bien se sintió como una especie de reivindicación al que bien podría ser un hito en la música alternativa, pero la época donde vivió estuvo en su contra.
Aunque a muchos les encanta bromear sobre la lúgubre moda gótica que figuras como estas pudiera convocar, la realidad es que quienes medio-llenaron la plancha del recinto fueron cuarentones que seguro recuerdan a Rock 101 y Opción Sónica como sus puntos de referencia para descubrir proyectos como estos, sobre todo la psicodelia en motorik de temas como “No Big Deal” y “Love Me” donde pues si, se extraña la segunda voz de David J quien nos visitara hace dos años en Lunario para igualmente demostrar que los temas de Love & Rockets con integrantes a medias, podrán no ser lo mismo pero vaya que aún aturden.
Las payasadas de romper una piñata y cantar “Feliz Cumpleaños” a la hija de Haskins durante el encore fue recordatorio de no perderse de la realidad, ya que todos los integrantes más que en fatídico final de reanimar un proyecto por la plata, se veían contentos y sin recato con todo y aquel tema de Bauhaus que Daniel solía cantar hace más de 35 años. Aquí es donde el gran trago de verdad llega a nuestro sistema: cuando una banda regresa con música de cuya discografía apenas un tema logró asomarse fuera del “Underground”, más que añoranza es reivindicación.
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