Texto: Luis Arce (@lsfarce) /// Fotos:BigIdeas (OzCorp)
Sincronía podría ser la palabra indicada, pero tampoco absorbería en su significado el despliegue majestuoso de entendimiento, colaboración y comunicación que The Notwist, exhibió durante su presentación el viernes pasado en el Caradura.
Con la industria musical prácticamente ajena a ellos durante sus primeras producciones, y luego, transformados en una agrupación próxima a la sensibilidad y emotividad que ofrece el indie pop, The Notwist ha logrado conjugar un discurso único que rechaza toda ligereza musical, pero al mismo tiempo sostiene el aire decantado y sincero del muchacho que se apega con ternura a su guitarra. La fórmula no constituye en ningún momento una paradoja musical, más bien resuelve aún más las corrientes del discurso, proporcionando al escucha la posibilidad de sumergirse en el planteamiento desde cualquiera de las dos perspectivas.
La grandeza de la presentación radica precisamente en esa creatividad móvil; pues la banda intercambia con gracia, en un empeño muy cordial, su disposición para escucharse en un plano como Belle & Sebastian, y luego arrastrar su música hasta estratos que recuerdan a ciertos pasajes sonoros de Oval o Shantel. La presentación es más severa y consciente, simplemente porque la banda sabe cómo practicar esta dualidad, como explorar a través de ella, y volver como sí la exploración sonora se consumiera en la propuesta de una canción que comenzó con dos o tres acordes.
Algunos de sus contemporáneos tendrían que aprender sobre esta facilidad para movilizar diversas vías de expresión en una misma presentación, y es que la manera en la cual The Notwist despliega su música hay cierto dejo de conducción, la banda atraviesa estados que tocan fibras emocionales en sus escuchas con la facilidad misma con la que los retiran; dejando el escenario consumido hasta su esencia, el gusto más sereno por atender a la exhibición de una banda que ha logrado conciliar su gusto por la exploración electrónica con la fuerza del post-hardcore y por supuesto la ya señalada vena del compositor armado únicamente con una guitarra.
Así, bajo el amparo de todos sus conocimientos Markus Acher y compañía decantan una dulzura emocional que se adapta perfectamente a la experimentación, brindando versiones fascinantes de “Pick Up the Phone” o “Gravitiy”; sin embargo, lo realmente espectacular de este concierto radica en la facilidad que tiene la banda para mantener la cadencia y el ánimo del público durante un gran rato –cerca de una hora y media–. Durante este lapso de tiempo, fuese por la versatilidad que cada miembro del grupo mostraba en su instrumento, fuese por la armónica comunicación que sostenía a la banda en cada canción, atendimos a una presentación sobresaliente, que supo contener con mesura y expresividad las posibilidades del recinto, dejando a la banda, con sus controles de Nintendo Wii y sus pedales de distorsión, en una concepción casi simbólica de todo su esplendor. Se trato, en suma, de una noche programa meticulosamente para suministrar con orden y trazado cada uno de los aspectos –y The Notwist, puede jactarse de tener varios–, que revela un grupo musical cuando está completamente afianzado.
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