Por C. Hadad (@HadadDosDos) /// Fotos: BigIdeas (OzCorp)
Miércoles, el ombligo de la semana, puede representar un día más en la semana para llegar al codiciado fin de semana, pero desde hace tiempo pocos afortunados saben que los miércoles en lel caradura hay barra libre (el plus) e increíbles agrupaciones independientes. Este miércoles 22 de enero pudimos presenciar a Haciendo el Mal y Coyoli.
La velada prometía ser muy a mena –a pesar del público que sólo asiste por los servicios gratuitos– y esto lo demostró Coyoli, quienes salieron al escenario poco antes de las 11 dejando entrever una alineación un poco reducida a la que generalmente se presenta. Óscar, vocalista del grupo, se acercó al micrófono antes de comenzar a tocar y con una tranquilidad inmensurable comenzó a hablar: “Quiero agradecer a todas las personas que siempre me ayudan, a los músicos, a mi equipo de trabajo que siempre me han salvado de muchas cosas, y… a ustedes. En verdad muchas gracias por venir y a Haciendo el Mal por invitarnos siendo un honor para nosotros. Bueno, esto es Coyoli y espero que les guste”. Así comenzaron los acordes de “Composición No. 1” que generaba una atmósfera de misterio y melancolía en dónde se sumaban los platillos de la batería que acrecentaban una escena de soledad y, a lo lejos, la voz de Óscar daba esperanza como una mano que te rescata de ese abismo de una manera dócil y siendo así cuando entra el bajo de Israel que cambia la atmósfera del principio y todo comienza a ir bien.
Pero claro, hay una relación casi de codependencia entre la luz y la obscuridad. Después de ir todo bien, en “Desnudo a contraluz” comienza a generarse un halo de misterio y de incertidumbre, posiblemente a causa de los estragos que dejó anteriormente la zona de caos por la que pasamos, en dónde se generaban gritos como de una angustia y coraje por ese dolor previo que iban muy bien acompañados por la intensidad de la batería. Aquí pudimos notar la impecable voz de un vocalista que pareciera que pasa por una especie de metamorfosis en el momento que está debajo del escenario mostrándose tímido y sensible, pero arriba de él tiene más fuerza y naturalidad.
Así continuó “Aurora” dónde pasamos un momento de reflexión interrumpido todo el tiempo por la gente que sólo toma el lugar como un bar, incluso Óscar volteó a ver sin expresión alguna a una de las mesas dónde hacían ruido como si no hubiera nadie ahí. En “Jofredesa” se iba tomando una decisión después de la reflexión que se tuvo y con “Festina” se llevaba una celebración por lo logrado después de la tormenta, incluso por su ritmo alegre se encontraba Karen de Haciendo el Mal bailando a un lado del escenario e Israel bromeaba con ella bailando desde lejos.
El último bloque de canciones fue con “Los bañistas en Asnières” –dónde una persona del público le ofreció a Óscar de su bebida y él aceptó diciendo que era la primera vez que lo hacía– y “Una tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte” siendo los temas más idóneos acompañados de la comodidad que reflejaban los músicos en este momento, así como las grandes melodías que generaban, dejando con un buen sabor de boca a los presentes sin importar de los que no prestaron atención.