Days of enjoyment to which everyone cheers:
Parklife de Blur
Por Ernesto Acosta Sandoval
25 de abril de 1994. Ni un mes había pasado de la muerte de Kurt Cobain. Damon Albarn, Graham Coxon, Alex James y Dave Rowntree, cuatro muchachos de Colchester con un plan: mandar al diablo la influencia norteamericana y glorificar al Reino Unido por sus tradiciones musicales -al menos las más recientes-. En el documental de John Dower Live Forever: The Rise and Fall of Britpop (2003), Toby Young, el editor de Vanity Fair, responsable del fundamental reportaje “London’s Swinging Again!” (marzo de 1997), dice que todo el movimiento Brit Pop/Cool Britania fue construido por una generación que aborrecía a Estados Unidos y que creció buscando una identidad propia. Jon Savage (el autor de Teenage: The Creation of Youth Culture y de England’s Dreaming: Sex Pistols & Punk Rock) dice que los Stone Roses eran los responsables de esa revolución pero que perdieron la brújula y a Oasis y Blur no les quedó de otra más que tomar la batuta. Y vaya que ambos grupos lo hicieron, por más que a la postre hubiera una ridícula batalla de las bandas más bien inflada por los medios.
Parklife estuvo en la punta de lanza en esta cruzada en contra del Grunge y la música norteamericana de la época, y lo mejor de todo es que fue conscientemente hecho así, Blur se sentó a escribir un álbum con las características y con los alcances que querían proyectar para burlarse y escupirle en la cara al mercado americano, siempre reticente de importar talentos de la isla (con sus debidas excepciones, claro). A 30 años de distancia es un álbum por completo pensado como tal, tanto lírica como musicalmente. Es la continuación del esfuerzo lanzado el año anterior en Modern Life Is Rubbish, pero pulido. Si en el disco de 1993, se notaba todavía un dejo de enojo y resentimiento hacia todo lo que estaba pasando la industria musical dominada por gente mal vestida y guitarras distorsionadas, en Parklife, Albarn y compañía hacen uso del mejor y más fino humor filoso para atacar todo lo que odian (u odiaban en ese momento), y como ya dije, proyectar sus influencias exquisitamente británicas. Si vemos con microscopio cada uno de los 16 tracks del disco, encontraremos ecos a algún movimiento previo en el UK: “Girls & Boys” es el resultado de escuchar por horas a los Pet Shop Boys (¡hasta les hicieron remix!); “Tracy Jacks” remite a los Kinks; “End Of A Century” son los Rolling Stones de “Dandellion”; “Parklife” es, por supuesto, The Who (por eso Phil Daniels narra la canción); “Bank Holiday” es Punk del álbum homónimo de The Clash; “Badhead” es los Beatles circa 1966; “The Debt Collector” y “Far Out” son Pink Floyd en su etapa psicodélica The Piper At The Gates of Dawn; “To The End” cruza el Canal de la Mancha y juguetea con la chanson française; “London Loves” y “Trouble In The Message Centre” son una oda al New Wave y al Post Punk ochentero; “Clover Over Dover” es la más atrevida: musicalmente viaja hasta Henry Purcell, y líricamente juega con elementos del romanticismo inglés del siglo XIX; “Magic America” y “Jubilee” juegan con la idealización hacia Estados Unidos; “This Is A Low” es la joya absoluta del álbum, es el “A Day In The Life” del Parklife.
En cuestión de letra, es el retrato del tedio, del ennui de la juventud británica (habla sobre sintonizar el radio para escuchar el pronóstico del clima en el puerto); musicalmente lo refleja con una espesa melodía en crescendo guiada por la guitarra de Coxon.
Después de tal densidad, Parklife sólo puede terminar con “Lot 105”, llevándonos de la mano al pub a seguir viendo las carreras de perros y brindar con cerveza. Brindemos, pues, por estos 30 años. Cheers!
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