I Alone:
Throwing Copper de Live
Por Ernesto Acosta Sandoval
Live siempre se ha sido un grupo complicado. Complicado de escuchar, difícil de definir, difícil de encasillar en un género, en una corriente y con un movimiento. Su primer álbum, Mental Jewelry es bueno, pero no es maravilloso. Quizá su maldición es la de tantos álbumes que salieron en 1991 y que sonaban relativamente similar a Nirvana y a Pearl Jam, pero no terminaban de definirse en algo concreto (Gish de Smashing Pumpkins es otro ejemplo). Sus letras son demasiado abstractas, pero sin llegar al surrealismo de Pixies o de Kurt Cobain y compañía. Tal vez no abstractas, sino más bien introspectivas. Ed Kowalczyk siempre ha hablado de la influencia filosófica hindú al momento de escribir y eso, si bien resulta interesante, puede resultar no muy amigable al momento de querer entrarle de lleno.
Tengo en mis manos Throwing Copper, el segundo esfuerzo de la banda de Pennsylvania, lanzado hace algunos meses este año que termina. Le quito la envoltura, lo pongo sobre la bandeja del reproductor de CDs y dejo que me sorprenda. No he escuchado nada más que el sencillo “Selling The Drama”, punta de lanza del álbum. Reviso las liner notes impresas en el librillo que lo acompaña. ¿Producido por Jerry Harrison? ¿Otra vez? En Mental Jewelry no hizo nada memorable. A ver qué tal lo hace esta ocasión el otrora guitarrista de los Talking Heads.
Comienza el track uno, “The Dam at Otter Creek”. Ahí está la mano de Harrison. Esa guitarra no suena Grunge. Tiene groove, tiene Funk. La voz casi susurrante de Kowalczyk, suena enojado, pero ya no suena sin causa. Uy, detallazo que sature las bocinas al llegar al estribillo. Buen inicio de disco. Muy bueno.
“Selling The Drama”, track dos y primer sencillo. Hagamos de cuenta que nunca lo hemos escuchado. Tiene todo para sonar hasta el hartazgo en las estaciones de eso que ahora llaman Rock Alternativo. Igual y en unos veinte años alguien la escuche y se le llenen de lágrimas los ojos. Buena combinación de coro agresivo-estrofa calmadita.
Vamos al tercer track, “I Alone”, el segundo sencillo. Se podría considerar un himno y quizá hasta lo usen como encore para los conciertos. Como que para este disco encontraron la fórmula que usan en “Selling The Drama” y decidieron jugarle a la segura. No es queja. Black Francis y los Residents dicen que el secreto de una canción Pop está en el primer minuto y medio. Bien por Live.
“Iris” le sube al octanaje. Suena a algo que haría el Mike Patton más pesado, pero con la voz de Kowalczyk no puede ser otra cosa más que Live.
El track cinco, “Lightining Crashes” tiene todo para ser el otro gran sencillo del álbum. Retoma los mejores momentos de “The Dam at Otter Creek”, los explora y se vuelve entrañable. Live es una banda de himnos. Himnos que esta generación necesita, pero no estoy muy seguro que los acepte así como así.
“Top” funciona como el interludio. Medio intrascendente. Justo cuando se está poniendo repetitiva y estoy a punto de cambiarle, se acaba.
Para recordarnos que no son una banda de baladas, el track seis “All Over You”. No es particularmente pesada, ni densa, pero mantiene el nivel del disco. Podría ser sencillo también, aunque no tan exitoso como los anteriores.
“Shit Towne”. Bien a secas, aunque curioso ese medio Rap-Funk que mete en el coro. Muy buena batería, eso sí.
Track nueve, “TBD”. La balada del disco. En esta sí no hay cambios súbitos de ritmo, ni parecen dos canciones en una como había estado pasando. Un momento, ¿qué es esa distorsión al final? Lo volvieron a hacer. Suena a R.E.M.
Vamos con el track diez, “Stage”. Pesado, guitarras distorsionadas, ritmo rápido y ponchado. En este momento, el disco ya comienza a sonar repetitivo. A ver si mejora en los últimos tres tracks.
“Waitress”, misma fórmula, pero bien aplicada. También suena a interludio. ¿Habrá un gran final?
Track doce, “Pillar of Davidson”. La más larga del disco, casi siete minutos. Como que Harrison les dijo: “Ya se pueden explayar aquí. Hagan lo que más les gusta”. Y lo que más les gusta son las canciones lentas con sus momentos pesados. Y no lo hacen mal.
“White, Discussion” cierra el disco. Suena a muestrario de los poderes de la banda. ¿No es para eso abrir el disco? Bueno, es Live. Nunca pudieron ser parte de algo porque siempre le jugaron a alguna otra cosa y Throwing Copper queda como el muestrario de la gran banda que siempre van a poder ser. Quizá no vendan millones, quizá no llenen estadios. Pero serán una banda de culto. Eso está claro.