“Hey, Goo, what’s new?”:
30 años de Goo de Sonic Youth
Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_
En la secundaria tenía un amigo que era fan from hell de Sonic Youth. Tenía todos los discos del grupo hasta el momento, bootlegs, grabaciones en vivo, EPs, todo. En una época sin fácil acceso a internet, torrents y descargas era toda una hazaña. Su dedicación rayaba en lo obsesivo, coleccionaba recortes de revistas, pósters y camisetas. Para este cuate no había disco malo, sólo obras ligeramente menores. Siempre me sermoneaba sobre cómo sin Sonic Youth no hubiera habido Nirvana, ni Smashing Pumpkins, ni Pearl Jam, ni movimiento “alternativo” (lo que sea que eso significara entonces y signifique ahora) en general. En realidad, ser fan de Sonic Youth es por sí mismo un acto de amor y obsesión como pocas bandas pueden provocar. La misma música del otrora cuarteto lo propicia. No es fácil hincarle el diente y es muy difícil decirle a algún neófito: “Éntrale por este disco”. Yo, personalmente, siempre me las he visto negras cuando alguien me pide que le recomiende un disco de ellos. Sonic Youth se ha caracterizado por no tener el más mínimo interés en pertenecer a un mainstream ni en ser amigables con las ondas radiales, a pesar de haber tenido un breve coqueteo con MTV a principios de los 90s. Y ese flirteo se debió en gran parte al disco que hoy nos ocupa y que llega al cuarto de siglo en estos días.
Para 1990, Sonic Youth ya había entregado la primera de varias incuestionables obras maestras dos años antes. Daydream Nation los había posicionado en ciertos círculos como la banda a seguir. El contenido de aquel LP doble no cabía en ningún nicho: voces sepultadas por capas de feedback y distorsión constante, ritmos mecánicos pero con un dejo de extraña melancolía, letras desesperadas pero cantadas con un nihilismo no visto desde, quizá, The Velvet Underground. Después de escuchar aquel álbum, Goo fue una sorpresa, no sé si agradable, pero sorpresa al fin y al cabo.
Goo está más orientado al Punk y la desesperación ya no se queda en el tintero. Cuatro músicos en pleno uso de sus facultades sacando sonidos imposibles de sus guitarras, bajos, baterías y amplificadores. Ritmos frenéticos que te golpean directamente y hacen que necesites una aspirina para bajarte el zumbido y el dolor de cabeza luego de 49 minutos de incesante machaqueo. Pero a pesar de todo, un público más grande encontró que en canciones como “Kool Thing”, “Tunic (Song For Karen)”, “Cinderella’s Big Score” o “Disappearer”, quizá había el inicio de algo. Goo plantó las semillas para la explosión que vendría en los años venideros. Kurt Cobain lo supo, Eddie Vedder lo supo, Billy Corgan también. Mi amigo de la secundaria, no me queda la menor duda, sonreía cada vez que alguno de nosotros hablábamos de los grupos que he mencionado, sabiendo que su banda favorita había inventado algo más grande que ellos, y que nunca imaginaron las consecuencias de lo plasmado en Goo, aunque no todos lo notaran de entrada.
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