Letting the days go by:
40 años de Remain In Light de Talking Heads
Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_
¿Cuántas bandas pueden presumir de tener cuatro discos perfectos al hilo? De esas bandas, ¿cuántos son sus primeros cuatro discos? Reduciendo aun más la lista, ¿cuántas de esas bandas provinieron de una escena a la que no se le auguraba nada de futuro? Talking Heads en menos de tres años lograron hacer lo que muchas bandas nunca logran en carreras longevas. De 1977 a 1980, David Byrne, Jerry Harrison, Tina Weymouth y Jerry Harrison sólo se fueron para arriba. Cada disco (Talking Heads: 77, More Songs About Buildings And Food, Fear Of Music, Remain In Light) suponía un reto autoimpuesto, una competencia con ellos mismos para llevar a límites insospechados lo que habían hecho apenas unos meses antes. Sorprendentemente, la respuesta del público y la crítica siempre fue a la par. Gran parte de la ayuda vino de Brian Eno, cuyo sonido imperó en los tres últimos álbumes de esa tetralogía. El productor parecía no ponerles barreras y estar siempre dispuesto a seguirles la corriente por más descabellado que fuera lo que saliera de sus mentes.
Remain In Light, el álbum que hoy nos ocupa, es el resultado natural de todo esto, y curiosamente, es la subversión a lo que antes habían hecho. Es un álbum que en el papel sonaba como un fracaso rotundo, pero en la práctica es todo lo contrario. Para Remain In Light, las tensiones dentro del grupo estaban a flor de piel, el matrimonio Weymouth-Franz estaba amenazando con abandonar el barco debido a la presión ejercida por David Byrne, las constantes giras de los anteriores álbumes los habían dejado agotados, la presión por seguirse superando estaba cobrando factura. ¿Qué hicieron los Talking Heads? Encerrarse en Nassau, echar el palomazo y ver qué salía. Lo que salió fue una completa vuelta de tuerca para la música Pop. Usaron ritmos afroantillanos, decidieron que las canciones no tendrían mas que un acorde repetido al infinito, Byrne volvería aun más extraña su manera de cantar, y usarían samplers cuando todavía no se llamaban samplers. Lo que salta al oído al dejar caer la aguja sobre el primer surco es que el sonido del Rock al lado de las percusiones africanas nunca se siente forzado. Es más una integración que una mezcla, un encuentro y una convivencia, y no una búsqueda por lo exótico. Los ritmos enloquecidos de “Born Under Punches (The Heat Goes On)”, “The Great Curve” y de la inevitable “Once In A Lifetime” invitan a bailar, sí, pero también a poner atención a lo que está sucediendo y a imaginar y preguntarse cómo le hicieron para lograr esa perfección. Hasta cosas más oscuras y opresivas como la última “The Overload” (escrita para Joy Division, aunque ningún miembro de la banda había escuchado a los de Manchester en ese momento) suenan en absoluta conjunción y en perfecta armonía con el resto de las siete canciones que componen al álbum. En Remain In Light, Talking Heads ya no le tienen miedo a la música, como indicaba el título de su predecesor. Muy al contrario, celebran el poder tener esa creatividad que se les desbordaba del pecho.
Remain In Light permanece, sin exageración, como uno de los mejores discos de los ochentas y de la historia de la música Pop, una de las más profundas y absolutas muestras de originalidad de un grupo, de por sí original, llegando a un cénit inalcanzable para muchas bandas.
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