Still just a rat in a cage:
20 años de Mellon Collie And The Infinite Sadness de Smashing Pumpkins
Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_
Los intentaron colocar en el mismo cajón que a Nirvana, pero la verdad es que fue por comodidad porque desde el principio Smashing Pumpkins estaban en su propia galaxia. Nunca sonaron a nada y, sin embargo, había algo extrañamente familiar en lo que hacían. Quizá eran las letras, quizá los riffs que remitían a Black Sabbath, quizá era la mezcla entre una ternura inconmensurable y una furia adolescente que le daban a su sonido una inmediatez inaudita. Smashing Pumpkins nunca, de 1991 a 2000, le jugó a la segura y eran por completo impredecibles en cada disco que sacaban. Y fueron los reyes. Y lo sabían. Tan lo sabían que apenas para su tercer álbum de estudio se fueron a lo grande, a lo épico. Mellon Collie And The Infinite Sadness, si se desconoce la cronología del grupo, podría pasar por la obra cumbre de una banda con más años de los que los de Chicago tenían. Cuando Billy Corgan entró al estudio a finales de 1994 tenía muy en claro que quería hacer el álbum definitivo para su generación. Ambicioso y egoísta como eso pudiera sonar, lo logró.
Mellon Collie And The Infinite Sadness es un álbum épico, grandilocuente, enloquecidamente ambicioso. Es el típico álbum doble, en resumidas cuentas. Pero es por completo humano y sensible. Es una oda a la adolescencia en todos sus frentes: hay enojo, muchísimo enojo, angustia y hay cursilería rampante y desfachatada. El rango va de “Jellybelly”, “Zero”, “Bullet With Butterfly Wings”, “Fuck You”, “XYU”, “Tales Of A Scorched Earth”, “Where Boys Fear To Tread”, “Bodies”; hasta lo más dulce, como “Tonight, Tonight”, “To Forgive”, “Muzzle”, “Stumbleine”, “We Only Come Out At Night”, “Beautiful”, “Thru The Eyes Of Rubi”, “Thirty-Three”. Pero millones de adolescentes en 1995 nos sentimos identificados con la aguda voz del vocalista y lo que cantaba porque, básicamente, no había nadie que dijera lo que sentíamos por la chava que nunca nos iba a pelar y que supiera cómo nos sentíamos y lo pudiera expresar con esa claridad. Nadie entendía lo complicado que puede resultar tener entre 13 y 18 años y que nadie te explique nada. Nadie, excepto Billy Corgan, James Iha, D’Arcy y Jimmy Chamberlin.
Para alguien que escuchó el álbum cuando salió, los cuatro miembros del grupo se convirtieron en sus mejores amigos y, durante dos horas, Mellon Collie And The Infinite Sadness era la mejor terapia y catarsis para canalizar toda esa energía. El álbum se sostiene 20 años después porque es de esas pocas obras que son tremendamente personales, pero al mismo tiempo universales, y a finales del siglo XX, eso era algo difícil de encontrar.
Pingback: RPM: 25 años de Gish de Smashing Pumpkins - Me hace ruido
Pingback: Rumbo a Coachella 2017 - Me hace ruido
Pingback: RPM: 20 años de Adore de The Smashing Pumpkins - Me hace ruido
Pingback: RPM: 50 años de Master Of Reality de Black Sabbath - Me hace ruido
Pingback: La primer edición de The World is A Vampire de Smashing Pumpkins - Me hace ruido