Elegance and decadence:
40 años de Trans-Europe Express de Kraftwerk
Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_
El Punk, ya lo he dicho muchas veces, se trató de regresar al rocanrol a su estado primigenio. Se trató de romper con el establishment, de crear nuevas formas de expresión, que es de lo que el Rocanrol se trataba en un principio. Se trató de no dar nada por sentado y de liberarse en todos los sentidos posibles. De agitar conciencias y de sacar al que lo escuchara de su zona de confort. De lograr decir mucho con poco. De mandar un mensaje lo más fuerte posible. ¿Cómo entonces, a finales de marzo de 1977, cuatro músicos alemanes de conservatorio le dio una vuelta inimaginable a algo que de por sí ya le estaba torciendo el brazo al mundo de la música popular? Si el Punk era Rocanrol en esencia, ¿por qué una de las obras maestras que devinieron del movimiento no tenía guitarras, ni baterías, ni voces haciendo acrobacias?
Trans-Europe Express, el sexto álbum de Kraftwerk, fue la muestra que para ese momento, el Punk ya no tenía fronteras, ni limitaciones de ningún tipo y quedó claro que el Punk era más una actitud ante la vida que una manera de hacer música. En sus álbumes anteriores, el sonido imperante era una mezcla extraña de melodías bien estudiadas y trabajadas (como en Radio-Activity de 1975) y un intento por juntar la música contemporánea con un Pop más amigable (como en Autobahn de 1974). Pero aquí, parece que olvidaron, o quisieron olvidar, todo lo que sabían de composición al haber escuchado a los Ramones gritar “One, two, three, four!” y arrancarse con tres acordes a cambiar al mundo para siempre. En 1977, Kraftwerk le dio un giro a todas las concepciones que podía haber para ese momento, no sólo en el punk, sino en la música en general. Ralf Hütter, Florian Schneider, Karl Bartos y Wolfgang Flür, desde su pequeño estudio en Berlín alzaron la mano para enseñarle al mundo que había otra manera de hacer las cosas. Tomaron la repetición y el frenesí de los Ramones (“Showroom Dummies”), la mecanización con la que Bowie había empezado a experimentar en Station To Station (“Europe Endless”) y lo llevaron al siguiente nivel. Trans-Europe Express es el resultado de su época no sólo en lo musical. En lo lírico se burlaron de lo decadente de sus alrededores y expusieron lo rancio de las tradiciones de una Europa, en lo general, y una Alemania, en lo particular, que comenzaban a colapsar (como en el tema que le da título al LP). El álbum, como el tren que se desplaza lentamente por las vías metálicas, puso en movimiento a toda una camada de artistas que empezaron a ver más allá de las guitarras y las baterías y que ya no se detuvo nunca. La influencia que Kraftwerk tuvo en la música del último cuarto del siglo XX es gracias a Trans-Europe Express. No hubo género que no se viera influido por lo que aquí suena: Afrika Bambaataa no hubiera hecho “Planet Rock” sin ellos y el Hip-Hop no hubiera evolucionado de la manera tan vertiginosa en la que lo hizo a finales de los setentas; el Synth Pop nunca hubiera existido; Joy Division y The Cure no hubieran hecho los álbumes que los terminarían por encumbrar; la mezcla entre Electrónica y Rock sencillamente no hubiera existido; Radiohead no hubiera hecho OK Computer; la tecnología para crear música que tenemos hasta hoy ni siquiera se hubiera inventado.
Trans-Europe Express es el equivalente en la música electrónica a lo que Miles Davis hizo en Kind Of Blue y lo que los Beatles hicieron con Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Trans-Europe Express es lo que sucede cuando cuatro músicos entienden el poder de liberación que existe en dejar olvidado todo lo que sabes y sólo te dejas ir. Eso, para mí, es Punk.
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