King Diamond
Exodus
Por Diego Álvarez Rex
¡Bienvenidos al Sabbat, perros! Grandilocuente velada en los dominios del infierno para el regreso a nuestro país de un mitológico personaje en la historia del rock: el inigualable e irrepetible King Diamond.
Parte de una triada de exclusivas apariciones en el continente americano que únicamente comprendieron Las Vegas, Brasil y nuestro país, la banda fundada por el cantante danés de mismo seudónimo debutó en nuestro país veinte años después de la única visita de Mercyful Fate a México en 1996. Tal vez el movimiento de entradas vendidas no fue el mejor y por lo mismo hubo mucha cortesía de último momento, pero tomando en cuenta que el escenario del Palacio de los Deportes era posiblemente el único capaz de albergar el monstruoso escenario que acompaña a la banda, al final la plancha del domo de cobre lució majestuosa con las butacas tapizadas de lonas negras dándole un extra de oscuridad al concierto.
Gracias a una votación en línea, los capitalinos Strike Master honrosamente inauguraron la música en vivo como justos representantes del talento mexicano, aunque lastimosamente la calidad del sonido mermó cualquier intento de conexión con el público, cosa que se medio arregló para el turno de los californianos Exodus. A menos de un año de su última actuación en la capital, el pilar del Thrash de la bahía de San Francisco una vez más brilló por la ausencia de Gary Holt quien desde el año ha pasado se ha encontrado constantemente de gira con Slayer, más su substituto temporal, Kragen Lum de Heathen, hizo buen alarde de sus propias habilidades como guitarrista líder.
Canciones de su último disco, el primero en diez años de no contar con su vocalista clásico, Zetro Souza, así como clásicos de la discografía que lo incluye en las voces, no podían faltar “A Lesson in Violence”, “War is My Sheppard” y “The Toxic Waltz” que mostró varios pits pequeños en el lugar e inclusive al final se invitó a una pequeña Pared de la Muerte. La nitidez del sonido una vez más dejó qué desear pero con tal de que King Diamond sonara impecable se podía sacrificar hasta cierto punto la presentación de los norteamericanos quienes después de una hora prometieron regresar con material nuevo el año entrante.
Mantas y acomodos después, llegaba el momento estelar que algunos saboreaban ya desde que vieron la manta con el logotipo de la banda: cayó el telón, sonó de los amplificadores el inicio del ritual y la celebración comenzó. Engalanando el lugar como si nunca se hubiera visto tan bien el Palacio de los Deportes, King Diamond apareció en escena al lado de Andy LaRocque y compañía para interpretar “Welcome Home”. La tan esperada teatralidad del concierto no se hizo esperar y cantándole a su abuela, el vocalista Kim Bendix Petersen correteó a una mujer disfrazada de anciana por todo el escenario hasta que terminó el tema, que le siguieron ceremonias de incienso, pentagramas girando, y mantas de fondo que cambiaban de iglesias a castillos a demonios saliendo de las paredes. Un show clásico de King Diamond.
Uno de los conciertos más completos e inolvidables del año, donde espectáculo y calidad en música dejó ver porqué es una leyenda este hombre y su banda, y sin duda lo mejor del concierto fue la calidad del audio, donde el domo de cobre sonó como pocas veces desde nítido hasta contundente para el grupo danés. Escuchar los clásicos “Melissa” y “Come to the Sabbath” totalmente en vivo y coreados a todo pulmón sin sonar a una maceta siendo arrastrada fue tal y como debió ser. Para la segunda parte del set, comprendida por el disco Abigail en su totalidad, dos horas de show a los únicos dejaron ver que quién se cansó más rápido fue le público, y es que King Diamond no es realmente Metal o Hard Rock para moshear, sino del mismo modo que Iron Maiden, es para mover la mata y sacudir el bote desde la comodidad de su lugar pero dos horas parados si les pasó a varios la factura.