Por Diego Álvarez Rex
¿Es King Crimson la mejor banda en vivo de la historia? ¿Fue la primera de cinco retacadas noches en el Teatro Metropolitan el mejor concierto que verá nuestra ciudad en todo el año y así hasta que regrese otra vez Robert Fripp y compañía? Sí estuvieron ahí seguramente tendrán esas mismas dudas o habrán ya tomado una decisión, pero le hecho es que hay un antes y un después en la vida de los asistentes a conciertos cuando se ve a este proyecto en directo.
Una situación atrapada en un momento del espacio-tiempo donde los siervos del Rey Carmesí le rindieron la pleitesía que este demandó al entregar absoluta atención durante cada tema. Desde mucho antes se pidió en redes sociales, altavoces y hasta letreros sobre el escenario guardar celulares y cámaras para apreciar el momento: sus fieles esbirros obedecieron al píe de la letra y así fue como unas apoteósicas dos horas suscitaron en público y banda volviéndose un solo ente.
Toda esta tecnología desapareció de modo absoluto, inclusive hubo elementos de seguridad monitoreando butacas por cualquier eventualidad. Muchos dirán que fue como en “aquellos viejos tiempos” donde la gente iba a escuchar música y no a grabarla, pero un factor clave es que King Crimson es de esas bandas cuyos seguidores caen en la obsesión, es decir, es de esos ya raros casos donde el que se vuelva fanático radica en el extremo enciclopedismo y devoción absoluta. Cada gesto de Robert Fripp, quien toca sentado con audífonos frente a su rig, así como cada pestañeo de integrantes clásicos como Tony Levin, Pat Mastelotto y Mel Collins fueron tan intensos para la audiencia por el hecho de presenciar la gracia de su Señor en toda su gloria sin permitirse responder mensajes de texto, grabar vídeos, tomar fotos y todas esas malas costumbres que han deformado la experiencia del recital hoy día.
Desde su concepción, cada gira de King Crimson le confiere una alineación distinta en donde han desfilado integrantes de Emerson, Lame & Palmer, Asia, UK y recientemente Porcupine Tree y Ministry, donde más allá de esperar un desplante de virtuosismo se espera que cada integrante aporte un arreglo diferente a las piezas que muchos conocen pero saben que siempre les pueden sorprender. Cada gira es un “Crimson nuevo”. Con un ensamble que ahora le comprende tres baterías, dos guitarras, sintetizador, bajo y saxofón, el grosor sónico de cada pieza sobre pasó cualquier expectativa tratándose de ocho instrumentos tocando algo distinto pero encaminados a darle vida a clásicos como “Lizard”, “Red”, “Islands”, algunos que el mismo Robert Fripp le dio la espalda hace más de 30 años pero que, para sorpresa han estado resurgiendo revitalizados estos últimos años, más temas más recientes como “Level Five”, “Meltdown” y “The Hell Hounds of Krim”.
Con casi cincuenta años de trayectoria está de más desglosar el por qué es tan versátil la música de King Crimson, por momentos disonante como el metal más estridente y a veces tan sutil cual Jazz tradicional, más hay que rescatar que igualmente forman parte de ese selecto grupo de bandas que logran atrapar distintas generaciones gracias a ser los padres de décadas en la historia de la música. Abuelos, padres e hijos portaron honrosamente playeras de Rush y Fates Waning para los cuarentones, Tool y Dream Theater para los que arañan los treintas, y Riverside y The Aristocrats en los más jóvenes. Todos de rodillas frente a su rey que rara vez se deja ver por estos lados y que es imposible deje insatisfecho a su audiencia. Durante todo el concierto se escuchó un intenso griterío al inicio de cada tema que a muchos les tuvo parándose y sentándose una y otra vez por ser casi imposible contener la emoción de escuchar “Starless”, “Easy Money” o la gran sorpresa del encore que fue “In the Court of the Crimson King” y “21st Century Schizoid Man” .
Un enorme detalle fue el resurgimiento de “Heroes” de David Bowie que reapareció en esta gira como tributo al fallecido ícono de la música, que todos los presentes bien saben gran parte de la composición del mismo tema, así como toda la guitarra es original de Fripp. Escuchar ese clásico con la guitarra original ejecutada a la perfección, con ese inconfundible sonido único del británico, fue un GRAN regalo para los seguidores de Bowie. El mejor tributo póstumo tal vez.
Una cosa es ver a King Crimson, y otra estar rodeado de la intensidad de la gente que se aloca y se levanta y brinca, y aplaude y se desgarra por cada tema. Vitoreos que seguramente hicieron eco en la misma banda que terminó por tomar una foto de los asistentes e invitarlos a hacer lo mismo una vez que todo había terminado. El concierto perfecto de la banda perfecta con la audiencia perfecta. Fin.
Pingback: Rita, el documental: Rita, la inmortal - Me hace ruido
Pingback: Regresa King Crimson al Teatro Metropolitan - Me hace ruido
Pingback: El valle siniestro de Primus - Me hace ruido
Pingback: The Smile @ Auditorio Nacional - Me hace ruido