Michael Rother
Vía Lactea
Marbeya Sound
Por Óscar Villanueva
Pues ahora sí no me lo iba a perder. No importa que hubiese festivales en provincia u otras cosas, ésta era la ocasión de sacarme esa muy clavada espinita de cuando, por ir a otra cosa de la que aún me estoy arrepintiendo, no fui a ver a Michael Rother cuando se presentó bajo el nombre de Hallogallo en el Polyforum Siqueiros en 2010. Siete años de lamentos.
Por eso cuando me entere que regresaba el que fuera uno de los fundadores de Neu!, grupo pionero del Krautrock, venga, es ahora o nunca. Todo fue cortesía de la Noche Electrónica Alemana Mexicana celebrada por el Goethe-Institut, en donde además, todo lo recaudado fue donado para el Fondo Semillas, organización que se dedica a apoyar a las mujeres del país afectadas por los diversos sismos que se han manifestado a lo largo de septiembre; además como bono a esto, todas las entradas fueron vendidas así que una necesaria ayuda será canalizada a donde se necesita con mayor urgencia.
Para empezar la tarde (muy bonita por cierto), Eduardo Jiménez y Rafa Villegas pusieron algunas no tan agradables melodías (piense Swans) en lo que poco a poco iba llegando la gente. Como segundo acto se presentó Vía Láctea, uno de los primeros proyectos que empezó a tocar música electrónica en México, conformado por Carlos Alvarado, integrante además de Chac Mool, uno de los más importantes grupos de progresivo en el país (entre sus integrantes estaba también Jorge Reyes). Junto con violín, citara y su propio hijo (Uvarigh Alvarado) en el bajo, Vía Láctea fue un viaje de texturas deslizándose lentamente por los espacios del lugar, tuvieron tanta aceptación que la gente solicitaba otra cuando termino su tiempo. Los terceros fueron Marbeya Sound, quienes poco a poco empezaron a subir la intensidad de la música, preparándonos mentalmente para lo que venía.
Por fin, alrededor de las 10:30 salió lo que toda la gente venía a ver, al maestro Michael Rother, quien acompañado por Hans Lampe en la batería y Franz Bargmann en guitarra, nos dio las gracias a todos por haber asistido, deseando que nos la pasáramos bien, para que sin mayor protocolo y durante poco más de hora y media, fue soltando melodías, ya fueran de Neu! o del otro proyecto en que esta: Harmonia, funcionaron como el equivalente a subirse a una honda, que una vez que nos propulsó, la pura inercia continuó que siguiéramos de frente; todo a partir de elementos que podrían aparentar ser simples y sin embargo su repetición constante hacía que se armaran como piezas de un rompecabezas que nos hacía mover el cuerpo constantemente. Cuando terminaron y volteaba para ver la reacción de la gente, lo único que se veían era sonrisas a todos lados. Fue glorioso, todos esos años de espera valieron totalmente la pena.