Who wants honey as long as there’s some money?:
Siamese Dream de Smashing Pumpkins
Por Ernesto Acosta Sandoval
¿Cómo le cuelgas la etiqueta de Arte a un álbum de Rock? ¿Por qué algunos álbumes caen en la categoría de Arte y otros no? ¿Cómo concibes una obra maestra? Las respuestas a esas preguntas no son fáciles, y son contradictorias y controvertidas. Un buen inicio para intentar contestarlas es tener a un frontman con el ego del tamaño del mundo. Y todos sabemos que Billy Corgan es ese frontman. Siempre lo ha sido, nunca lo ha negado. Aunque a veces navegue con bandera de artista torturado e incomprendido. 1993 lo encontró en un momento en el que estaba batallando con esas dos facetas. Por un lado, la fama que Smashing Pumpkins alcanzó de la mano del Grunge dos años antes con Gish lo había hecho deprimirse al grado de querer desentenderse del mundo. Por el otro, eso mismo lo empujó a crear la que sería la primera obra maestra de su banda. Aunque el trabajo aquí es mayoritariamente de él. La fama también afectó a sus compañeros: Jimmy Chamberlain estaba a dos de morir de sobredosis de heroína un día sí y otro también, James Iha y D’Arcy acababan de terminar una relación sentimental que hizo que se dejaran de dirigir la palabra. Corgan estaba en medio de todo. Pero, por supuesto, no era una víctima. Al contrario, se puso en plan de dictador para lograr sacar los compromisos y el resultado es una de las primeras obras de arte que arrojó eso que se dio a llamar Rock alternativo porque simplemente no cabía dentro de nada. Siamese Dream es el ejemplo perfecto de esa denominación en todo el sentido del término.
Siamese Dream, a diferencia de Gish, es excesivo (en el buen sentido del término) y fastuoso. Deja de lado la inmediatez del debut, para incluir arreglos de cuerdas (“Disarm”, “Luna”), pista tras pista de guitarra (Butch Vig, el productor, ha llegado a decir que “Soma” tiene 100 guitarras grabadas), baterías que le costaron las manos a Chamberlain (se rumora que Corgan hizo grabar al baterista “Cherub Rock” hasta que le salió sangre), las letras más personales que el líder de los Pumpkins haya escrito hasta ese momento (“Spaceboy” habla sobre su hermano autista). Y sin embargo, no se siente cansado ni exagerado. Una canción como “Silverfuck”, con sus casi nueve minutos de duración y sus constantes cambios de ritmo y melodía, es un viaje obligado para entender a los Smashing Pumpkins en todos los aspectos. Pueden ser una banda que va de lo más ruidoso y guitarrero a lo más dulce y tierno de un momento a otro. “Silverfuck” es un resumen del sonido y la psique de Corgan, así como Siamese Dream fue el absoluto establecimiento de la banda como, no temo a exagerar, La Banda Norteamericana Más Grande de los Noventa.
Corgan lo sabía mientras lo estaba grabando y eso es lo que hace que Siamese Dream sea Arte. Por un momento, el mítico ego de Billy Corgan sirvió para entregarnos una obra maestra de principio a fin. Por un momento, los noventa parecían tener sentido.
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