A stranger in this world:
50 años de Astral Weeks de Van Morrison
Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_
Si uno busca información sobre Astral Weeks, el segundo álbum solista del cantante y compositor Van Morrison, se va de espaldas. El resultado de esta búsqueda arroja presencias en listas de los mejores discos de todos los tiempos, reseñas que lo elevan al nivel de obra maestra, calificaciones de cinco estrellas o dieces cerrados, alabanzas y loas a la voz, las letras y la música de Morrison. A 50 años de su aparición, Astral Weeks es una de las obras cumbre de la música Pop de los sesenta y de la historia. Pero no siempre fue así. Van Morrison, en 1968, venía de disfrutar un éxito moderado con su banda Them, primero, y luego con su sencillo en solitario “Brown Eyed Girl” de 1967. Al cantante de Irlanda del Norte, le iba bien, nada extraordinario, pero no se podía quejar. Luego, vino la muerte de Bert Berns, el fundador de su sello discográfico, Bang Records, y todo se desmoronó. Una serie de disputas legales con la viuda de éste lo tuvieron contra las cuerdas durante una buena parte del 68. No conseguía entrar a ningún estudio, ni tocar en ningún lado, y estuvo en peligro de ser deportado de Estados Unidos. La gente que parecía prestarle algo de interés estaba más ansiosa de que grabara algo al estilo de sus éxitos anteriores, pero a Morrison eso ya no le interesaba. Las canciones que estaba tocando en pequeños cafés alrededor de Boston y Nueva York no tenían nada que ver con su vida anterior. Acompañado de una guitarra acústica, un bajista y un flautista, probaba una y otra vez sin suerte. Hasta que un avispado productor de la Warner vio esa chispa que siempre había estado ahí y lo llevó al estudio a, por fin, plasmar lo que el cantante tenía en la cabeza.
En palabras de Lester Bangs, el mítico crítico y fundador de la revista Creem, el Van Morrison de Astral Weeks era “un hombre profundamente herido, pero con una cualidad redentora en medio de la oscuridad, que mostraba compasión por el sufrimiento de los demás y brochazos de belleza pura y temor místico que atravesaba el corazón de la obra”. Para quien nunca haya escuchado este álbum, la descripción podría resultar demasiado abstracta, pero es que las ocho canciones que lo componen son la abstracción misma de las formas tradicionales del Folk y poco, o nada, tienen que ver con el Rock de la época. Decir que Morrison desnuda su alma aquí es irse por un lado simplista. Escuchar Astral Weeks es una experiencia comparable a estar viendo a un pintor expresionista crear en tiempo real su obra por medio de pinceladas y brochazos en apariencia caprichosos y azarosos, pero para apreciar lo que se está haciendo es necesario dar unos pasos atrás y disfrutar de la obra como un todo. No por nada, no se desprendieron sencillos de aquí. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo desprender fragmentos de esta obra de arte? No por nada, el álbum fue un fracaso comercial (y hasta cierto punto crítico) rotundo cuando fue lanzado en noviembre del tumultuoso 1968. “Cyprus Avenue”, “The Way Young Lovers Do”, “Madame George”, “Astral Weeks” son, todas, piezas de un organismo viviente que respira y siente, que al mismo tiempo, es una extensión de su creador.
Imposible de clasificar cuando fue lanzado simplemente porque no cabía en lo que sucedía, hoy el cuento es otro. Como casi siempre sucede en estos casos, la historia le terminó dando la razón a Van Morrison. Astral Weeks puso muy en claro que su creador estaba en su propio universo, uno poblado por oscuras metáforas, pasajes oníricos y con un grado altísimo de auto conocimiento. Van Morrison, en 1968, parecía no estar muy interesado en lo que sucedía a su alrededor, pero es porque lo que traía adentro ya era lo suficientemente complicado como para importarle el mundo exterior.