Let it flow:
20 años de 13 de Blur
Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_
Si, desde sus inicios, para el Britpop, Blur había significado la parte brillante, pulida, educada, y melódica, además de la punta de lanza del movimiento, durante los años finales de los noventa, la banda parecía determinada a romper y destruir con esa imagen. Y con todo lo que habían enarbolado la mayor parte de la década, incluyendo un patriotismo y una defensa de lo británico que parecía más bien paródico. La “Batalla de las Bandas” de 1995, en gran parte propulsada por la prensa musical sensacionalista nacional, los había dejado como los perdedores en cuanto a ventas. Y eso, a la larga resultaría benéfico en lo creativo para Damon Albarn, Graham Coxon, Alex James y Dave Rowntree. Para 1997, con lo que sea que fuere el Britpop muerto y enterrado, Blur había demostrado su valía con un álbum en el que se despojaron de prejuicios y abrazaron las influencias de la música norteamericana de la época. Eso sólo fue el inicio. La culminación llegaría dos años después con la obra que demostró de verdad de qué estaban hechos su creadores.
Habiendo estado al borde de la ruptura, con Coxon batallando con su alcoholismo, Albarn con la mirada puesta en otros horizontes, y James y Rowntree más interesados en sus proyectos personales, Blur parecía acabado en 1999. Pero aun les quedaban un par de trucos bajo la manga. Se reunieron en el estudio de Reikiavik que los vio florecer dos años antes, primero, y luego en el estudio que le daría nombre a este álbum en Londres, y dejaron que la creatividad fluyera. 13 resultó por completo lo opuesto a cualquier cosa que hubieran hecho antes. Es un álbum que parece creado por otra banda totalmente distinta a la que había puesto a cantar y bailar a toda una masa de gente en Glastonbury 94 con “Girls And Boys”. Aquí, los cuatro londinenses se clavaron en el ambient, en la música electrónica, en el Krautrock, en el Noise y Shoegaze, y en el Lo-fi. Los adolescentes habían dado un paso firme a la adultez, no sin salir heridos. Albarn había terminado su relación con Justine Frischmann y eso se tradujo a letras introspectivas y meditabundas sobre quién era él como hombre y se preguntaba en dónde había salido todo mal. Coxon, al batallar con sus demonios, le dio a su sonido un aura de pesadez y derrota inaudito en los guitarrazos felices de antaño. James y Rowntree sostienen, desde el bajo y la batería, todo como timoneles de un barco en medio de una tormenta violenta y agresiva. Canciones como “Tender”, “Bugman”, “Trimm Trabb”, “Trailer Park” y sobre todo “Caramel” y “No Distance Left To Run” son escalofriantes por lo honestas, personales y directas. Tampoco se puede ignorar la labor de William Orbit en las consolas. El productor, que venía de darle terapia de electro-shock a la carrera de Madonna en Ray Of Light, le da al clavo al generar la atmósfera opresiva que estas canciones necesitaban. Y sin embargo, 13 respira. Como alguien que lucha por salir a la superficie a buscar desesperadamente una bocanada de aire, después de haber luchado por escapar del agua.
Jarvis Cocker, de Pulp, dice que las dos cosas que mataron al Britpop fueron el lanzamiento de Be Here Now de Oasis, y la invitación a varios de los músicos a Downing Street por parte del recién electo Primer Ministro, Tony Blair. Quizá el Britpop, en realidad, nació muerto y sólo había que desprenderse de él para demostrar el verdadero y absoluto talento que había en la mayoría de sus integrantes. 13 de Blur podría pasar a la historia como la prueba de esto.
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