Por AC Tato
La presencia mas recordada de una emperatriz en México es la de Carlota de Ausburgo en el siglo XIX. Pero la crónica dice que a su llegada el desánimo mostrado por el pueblo le arrancó unas lágrimas, posiblemente por la incógnitas sobre su destino en un país exótico y desconocido.
Todo lo contrario sucedió ayer con el grupo francés L’Impératrice, que tuvo la buena fortuna de encontrarse con el público capitalino que agotó las entradas del Auditorio BlackBerry en el segundo de tres conciertos en México (después de Monterrey y antes de Akamba).
Y no es que no pudiesen conocer el volumen, impacto, porcentaje de fans mexicanos y otras monerías que resultan del análisis del big data arrojado por el tráfico de redes. Pero lo que no se puede medir o prever es la reacción del público. Un público exótico y desconocido y que muy probablemente, en su mayoría, no habla (ni entiende) la lengua en la que están cantadas las canciones. Pues bien, la conexión fue inmediata y definitiva.
L’Imperatrice es una live band, donde predomina el gusto por los ambientes Funk-Jazzeros retro futuristas y los buenos arreglos, para transmitir diversas emociones incluidas la melancolía y el erotismo. Símbolo de unión y sencillez, los miembros del grupo prepararon sus propios instrumentos en el escenario. Llega el momento del despegue. Seis astronautas irrumpen y comienza el Groove sideral de “Starlight” desatando el movimiento cadente en lo que ahora era una pista de baile. Escenario e iluminación sencilla, de la parte superior del escenario colgaban tres bolas disco, cuyos brillos nunca lograron cubrir la totalidad del recinto pero que fungieron como el referente de la noche.
Después de rolas como “Paris” y “La Lune” llegó la “launchesca” “Vainille Fraise” buena para una especie de intermedio adelantado, preparando el terreno para la sensual “Dreaming of you” y el momento mas álgido de la noche con “Agitations tropicales” del EP Odyssee y obviamente “Vacances“, cuya letra menciona un viaje a México. Pese a existir versiones en inglés de varias de sus rolas, la cantante, Flore, prefirió las versiones francesas con una interpretación delicada y encantadora. Así fue con “Matahari” , estrella disco en el universo de su majestad, que da título a su primer álbum.
En diferentes momentos sonaron rolas instrumentales, posiblemente provenientes de la etapa pre-vocal del grupo, incluido el encore, donde el bajero, David, hizo gala de técnica. A mi gusto el sonido de la sala resaltó la sección rítmica, dejando atrás los elementos melódicos y armónicos de la guitarra y teclados, por lo que por momentos se resentía la falta de nitidez de los arreglos. Nada que lamentar pues el Groove nunca decayó.
Despedimos a L’Imperatrice en medio de un aura de satisfacción y ligereza después de una noche llena de buenos momentos que será memorable. Viva Su Majestad, hasta la próxima.
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