Slicing up eyeballs:
Doolittle de Pixies
Por Ernesto Acosta Sandoval
A finales de 1988, meses después del lanzamiento del debut de Pixies, Ivo Watts-Russell, fundador y cabeza de la 4AD, estaba convencido de que su más reciente adquisición tenía todo para ser una banda súper exitosa y no iba a escatimar en catapultarlos. Para su segundo álbum, Watts-Russell, presentó a la banda de Boston con el productor inglés Gil Norton, quien les puliría los bordes y les daría un sonido un poco menos áspero y brutal que el que habían explotado con Steve Albini en Surfer Rosa. Más Beatle, menos Hüsker Dü. Black Francis se rascó la barbilla, no muy convencido de las intenciones de aquellos hombres. Aun así, cedió, sabiendo que él tendría la última palabra.
Doolittle, si bien, en términos de sonido sí es una versión rebajada de la banda, en términos letrísticos, es una exploración de la retorcida psique de su frontman. Norton ayudó a hacer el sonido de Pixies más amigable, menos agresivo, más accesible y fácil de digerir, lo cual no es, en absoluto, malo. Lo hecho por el productor en este segundo álbum permitió mostrar otra faceta de la banda que al final los terminaría beneficiando. Armonías vocales, solos de guitarra, un bajo en perfecta sincronía con la batería. De entrada, esta parece una banda que sólo coincide de nombre con la que había entregado su debut doce meses antes. Pero las letras. Ahí es donde sabemos que estamos ante la misma inquietante figura obsesionada con el surrealismo y el absurdo. Si en Surfer Rosa, Francis hablaba sobre incesto y extraterrestres como si cualquier cosa, en Doolittle a eso le agregó un tono bíblico, que jugaba entre el humor escatológico (“Dead”, “I Bleed”) y el terror apocalíptico (“Monkey Gone To Heaven”, “Gouge Away”), pasando por prácticas sexuales retorcidas (“Hey”, “No. 13 Baby”) y referencias a Luis Buñuel (“Debaser”). Sin olvidar toda una galería de personajes escabrosos y delirantes (“Mr Grieves”, “Crackity Jones”, “Here Comes Your Man”, “Wave Of Mutilation”). Esto es un Punk alucinante y aterrador, imposible de clasificar. Es como Buddy Holly pasado por anfetaminas y en plena paranoia. Si el mundo terminara por una tormenta de proporciones épicas, Doolittle sería su soundtrack.
Al final, Black Francis sí se salió con la suya. Dejó que Gil Norton le dictara a la banda cómo debían sonar, pero, por su cuenta, escribió sus letras más oscuras hasta ese momento, lo cual hizo que Doolittle terminara siendo la obra maestra absoluta que es. Esa yuxtaposición que logra por la mezcla de melodías Pop y temas densísimos es el as bajo la manga de Francis, Joey Santiago, Kim Deal y David Lovering, quienes parecen observar deleitados al público que no deja de asombrarse cada vez que repiten los acordes aquí contenidos.