Get funky:
30 años de Paul’s Boutique de los Beastie Boys
Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_
Hacia mediados de 1988, los Beastie Boys habían tenido un éxito más o menos grande, en parte gracias a los sencillos que se habían desprendido de su álbum debut Licensed To Ill, y en parte a los artistas que los habían acogido bajo su ala para abrir sus conciertos (Madonna, por ejemplo). Aun no se alcanzaba a vislumbrar que lo que habían hecho con aquel primer LP era mucho más revolucionario que sólo tres chavitos desmadrosos con ganas de fiestear, y por lo mismo, mucho respeto no habían recibido. En algunos círculos, los consideraban one-hit wonders, o hasta un acto cómico. Se habían distanciado de Rick Rubin, el hombre que había creído en ellos, y Def Jam no les renovó el contrato. Parecía el final para el trío. Así que a mediados de 1988, salieron un rato de Nueva York, se reagruparon en Los Ángeles, consiguieron que Capitol Records los firmara, y se pusieron en contacto con los Dust Brothers, que para ese momento ya se habían más o menos establecido como referentes en la escena local de clubes.
Cuando los Beasties Boys entraron al estudio a finales de aquel año, entraron sin mucha idea de hacia dónde querían llevar el proyecto. Sólo sabían que no querían repetir los mismos patrones de un par de años antes. Los Dust Brothers les mostraron lo que estaban haciendo en materia de sampleo, y eso les voló la cabeza. Poco menos de un año después, saldrían del estudio con el álbum que cambió el curso de la historia del Hip-Hop, y hasta cierto punto, de la música popular. El álbum que elevaría al género a nivel de arte. MCA, Ad-Rock y Mike D desaprendieron todo lo que sabían para volverlo a armar, como el mismo proceso de armado de Paul’s Boutique, el primer disco creado enteramente de retazos sonoros y beats prestados. Y encima de todo ese menjurje, los tres soltando irresponsables rimas sobre abuso de sustancias, personajes excéntricos, encuentros casuales, y racismo. Pero sin la densidad o solemnidad de otros actos contemporáneos. El mismo humor que el equipo utilizó para seleccionar los sampleos, es el mismo humor que se escucha cuando los tres de Brooklyn toman el micrófono. Y ahí radica el secreto de Paul’s Boutique. No se reconoce a sí mismo como obra maestra (que lo es) de inicio. Por eso es tan grande. Tan grande como el número de canciones sampleadas, 105 en total, 24 nada más en “B-Boy Bouillabaisse”.
Un álbum como Paul’s Boutique sería imposible de grabar y de lanzar en este momento. Nada más por esos fragmentos de los Beatles en “The Sounds Of Science” resulta impensable. En su momento, el equipo legal de Capitol/EMI se encargó de liberar los derechos de las canciones y que el costo fuera relativamente bajo. Resulta frustrante, entonces, lo ignorado que fue al momento de su lanzamiento. Tanto trabajo y nadie lo peló mucho. Con el paso de los años, sin embargo, el estatus del álbum se ha ido a la estratosfera, y en gran parte es lo que cimentó la reputación de los Beastie Boys. Su caso recuerda a otros álbumes norteamericanos cuya influencia se vio años después: The Velvet Underground & Nico, Pet Sounds, Ramones, The Stooges. Aquí, como en esos, está el inicio del futuro.
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