Burn your bridges down:
30 años de The Good Son de Nick Cave & The Bad Seeds
Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_
El final de los ochenta encontró a Nick Cave viviendo en Brasil, en una relación estable con la periodista Viviane Carneiro, en un momento de sobriedad respecto a su adicción a la heroína. Tranquilo, pues. Sobre todo después del periodo comprendido en dos de sus álbumes más intensos: Your Funeral… My Trial y Tender Prey. Cave, para ese momento, ya se había establecido como una de las figuras centrales del Post Punk Gótico. Su nombre era sinónimo de oscuridad, destrucción, peligro. Pero The Good Son lo cambió todo. Su sexto álbum fue esa vuelta en el camino que lo hizo moverse hacia otro sonido, otras preocupaciones estéticas, y lo catapultó a la grandeza como compositor que alcanzaría los siguientes diez años.
The Good Son está compuesto de nueve canciones que muestran a un Nick Cave menos estridente, menos shockeante. Un Nick Cave moviéndose de las historias escabrosas de prisioneros esperando la pena de muerte, o de forajidos rompiendo la ley. Aquí hay historias de redención, cantos eclesiásticos tradicionales, baladas preciosas guiadas por un piano y arreglos de cuerdas como nunca lo había hecho. “Foi Na Cruz”, la canción abridora, está inspirada en un himno protestante brasileño. A partir de ahí, el álbum se revela como otra cosa. “The Good Son”, otra melodía parcialmente inspirada por una canción tradicional con tintes religiosos, por momentos quiere sonar al Cave de siempre, pero rápido se despoja de cualquier sonido familiar para dar entrada a violines y la voz del cantante más melodiosa que le hayamos escuchados. “Sorrow’s Child” es una Balada que pone en primer plano a Cave en el piano, como sería a partir de entonces. Y entonces, entramos al corazón del álbum: “The Weeping Song”, “The Ship Song”, y “The Hammer Song”. Un triplete apabullante, y la prueba definitiva de que Nick Cave And The Bad Seeds se habían convertido en otra banda y que era imposible que se sostuvieran como venían haciéndolo hasta ese momento. Aquí ya está prefigurado lo que vendría después: las baladas profundas, melancólicas, seductoras, e intrigantes. Hay algo de oscuridad y peligro en la última de las tres, pero no se siente opresiva, o angustiante como lo anterior. “The Witness Song” es su primera incursión al Góspel, ese género del que abrevaría en un álbum todavía tan lejano como Abattoir Blues/The Lyre Of Orpheus (2004).
Siempre inquieto, con ganas de moverse todo el tiempo, la calma que se apropió de él durante la creación y grabación de The Good Son no le duró mucho a Nick Cave. Se hartó pronto de lo que consideraba una estrechez de miras de la sociedad brasileña, de la tranquilidad de una vida estable. Pero los aprendizajes y la huella de The Good Son es algo de lo que ya nunca se pudo deshacer.