I watched a change in you:
20 años de White Pony de Deftones
Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_
El Nü-metal, ese género de finales de los noventa y principios de siglo que saturó las ondas radiales y televisivas con su mezcla de Hip-Hop y metal, pero que parecía más bien una broma. Lleno de one-hit wonders, chavitos blancos queriéndose hacer los pandilleros haciendo cuernitos y gritando muy enojados, según ellos. Mucha distorsión, muy poca sustancia. Difícilmente de aquella oleada conservamos alguna obra maestra, o alguna banda que, a la distancia, siga siendo memorable. Y luego, peor, estuvieron las poquísimas bandas a las que quisieron subir a ese tren, pero que nada tenían que ver, sólo porque tocaban macizo. Esas bandas probaron su valía casi desde el inicio, y por eso, 20 años después seguimos hablando de ellas. Muy en particular de una. Deftones estuvo siempre muy aparte. Era fácil irse con la finta, claro, pero a mediados del 2000, la banda californiana lanzó el statement definitivo que los separaría del montón.
White Pony, su tercer álbum, fue el punto y a parte, incluso dentro de la misma discografía de la banda. El principal detonador fue que Frank Delgado se integró de lleno y no temió meter sintetizadores al incorporarse. Deftones se empezó a meter en el lado profundo de la alberca. Sin dejar de lado las guitarras masivas y las baterías agudas, de pronto había matices, texturas, otro tipo de densidades. White Pony los hizo olvidarse del Hip-Hop para mezclar el metal con Trip-Hop (“Digital Bath”, “Teenager”), con New Wave Gótico (“Change [In The House Of Flies]”), con cosas cercanas al Post-Rock (“Feliticeira”), y con Industrial en su más puro estado (“Elite”). Chino Moreno demostró su valía como un vocalista completo, que podía ir de lo más dulce a lo más agresivo en la misma línea (“Rx Queen”). Las letras recuerdan a la época más perturbadora de The Cure, algo entre Seventeen Seconds y Pornography, una mezcla de sexo, violencia, y drogas duras (“Knife Prty”). El título del álbum puede aludir o no a slang callejero para referirse al cristal y a la cocaína.
El gran acierto y lo que hace destacar a White Pony de sus contemporáneos es esa inagotable sed por explorar que parece haber en cada una de sus canciones. Es un álbum que desborda creatividad por cada poro y que no parece quererse quedar estático en un solo sonido. Es un álbum que, comercialmente, y habiendo sido lanzado cuando se lanzó, parecía un suicidio. Y sin embargo, terminó de establecer a sus creadores. La gente, al final, estaba sedienta de algo que no sonara a un chiste mal contado. Claro, no vendió lo que en ese momento estaba vendiendo, digamos, Linkin Park, o Papa Roach, pero 20 años después, ¿qué banda dejó el legado en realidad?
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