Post Mortem
Ennio Morricone
Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_
El año es 2016. La sorpresa del comentarista de la cadena de televisión abierta en la que estoy viendo la entrega de los Óscares es notoria cuando anuncia que Ennio Morricone nunca ha recibido la estatuilla. Ese hombre se está enterando de algo que poca gente en realidad sabe. Morricone nunca ha ganado un Óscar hasta ese momento. Al menos no en competencia. En 2007 le dieron el honorario, pero ese no cuenta, en realidad. El que quizá sea el compositor cinematográfico más importante del siglo XX no ganó un Óscar sino hasta 2016, a los 87 años, por un trabajo que si bien no es en absoluto malo, tampoco es de sus obras más memorables. Pero así de absurdos son los premios. Luego de su Trilogía del Crimen (Reservoir Dogs, Pulp Fiction y Jackie Brown), Quentin Tarantino se obsesionó con Morricone. Todas sus películas posteriores lo usaron en mayor o menor medida. O mejor dicho, lo re-usaron. Tarantino, amo y señor de la re-apropiación, se sirvió con cuchara grande de las obras más conocidas, y otras no tanto, del compositor italiano para Kill Bill, Death Proof, e Inglourious Basterds. Desde sus scores para las películas de Sergio Leone, hasta piezas menos notorias, como como la música para el Hamlet de Franco Zeffirelli, aparecen recicladas en escenas claves de las películas de aquel. Incluso, Tarantino le propuso trabajar juntos en su épica de la Segunda Guerra Mundial, pero por conflictos de calendario, no sucedió. Como premio de consolación, Morricone le compuso una canción para el soundtrack de Django Unchained. Hasta 2016, el director y el músico se encontraron. Las circunstancias, dicen los rumores, no fueron las mejores. Morricone, supuestamente, no estaba contento con el uso que Tarantino le dio a su música en su última película, y juró que jamás trabajaría con él. Después dijo que lo habían malinterpretado. Como haya sido, Morricone le hizo el favor y así surgió el score para The Hateful Eight. En realidad, no es una obra muy ambiciosa, y pareciera que el italiano lo hizo para salir del paso. Para satisfacer a su más grande fan. Y aun así, es una genialidad. Tarantino le entregó un Western, Morricone le regresó la música para un Giallo (un término italiano para definir todo lo que va del Thriller al Gore).
Eso era Ennio Morricone. Un compositor tan hábil, tan prolífico, tan inabarcable, que hasta con sus obras menores podía poner de rodillas a quien se le pusiera enfrente. Un hombre que igual definió un género cinematográfico yéndose a lo grande y poner escenas completas en la mente de quien lo escuchara, que podía ser sutil pero igualmente efectivo. Es decir, iba de algo altamente reconocible e híper explotado como El Bueno, El Malo y el Feo, a algo delicado y emocional como Days Of Heaven de Terrence Malick. De algo tan dulce como “Amapola” en Once Upon A Time In America a algo aterrador como el score para The Thing de John Carpenter. De alguien que igual influenció a John Williams que a Radiohead. Su música, su obra, inabarcable, resonará de aquí a la eternidad.
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