Lido Pimienta:
El corazón de Miss Colombia
Por Daniela Navarrete @faustoleonora
Saber quiénes somos y tener una identidad es muy importante para poder entender el mundo y el lugar que habitamos. Pensar que somos algo nuevo, a parte de todo lo que ya existe y existía hace tiempo, es limitante. La honestidad y vulnerabilidad son virtudes que se aprecian mucho cuando se trata de arte, los que logran conectar con esa parte de su persona, consiguen que su expresiones puedan resonar aún más. Aventurarse a conocerse a sí mismo y aceptar todo lo que viene consigo, es de personas realmente valientes.
Lido Pimienta es una artista, cantante, madre y productora colombiana que, por cosas de la vida, ahora reside en Canadá. Como parte de la comunidad Wayú de la Guajira colombiana, su arte abraza cada detalle de su historia e identidad.
Con más de diez años de carrera artística, ha vivido experiencias bastante duras, y otras más inesperadas. Fue ganadora del Polaris Prize de Canadá en 2016 con su álbum La Papessa y este año aparece nuevamente como nominada. En medio de esta pandemia, lanzó su último disco Miss Colombia, una carta de amor cínico a su país natal, donde hace honor a sus raíces y las mezcla con elementos electrónicos que acompañan su voz, la cual ha encontrado nuevos rumbos y un camino, a través de sus letras, para ese mensaje que, al final, termina sanando heridas. Miss Colombia es todo un universo que, de la mano de un gran equipo artístico, ha quedado impregnado en la memoria y corazón de quién lo visita.
Tener la oportunidad de platicar con ella fue una bellísima oportunidad para entender su vida, arte y visión de las cosas. No cabe duda que es una mujer muy valiente y llena de amor por lo que hace y su gente.
¡Qué emoción y qué gusto platicar contigo! Quiero felicitarte por ser considerada por segunda vez al Polaris Prize. A pesar de la pandemia, tu último disco Miss Colombia, ha logrado llegar a oídos y corazones de mucha gente. ¿Cuál era tu fin al hacer este disco que, como has dicho, es una carta de amor cínico a Colombia?
Todos los días me sorprendo de Colombia, cuando pienso que no podría ser peor, ¡es peor! (se ríe). El álbum tiene mucho sentido y creo que ha resonado bastante con la gente a pesar de que estemos en una pandemia mundial. De pronto no necesitamos tanto una distracción sino un espejo; a veces necesitamos respuestas y análisis que nos ayuden o nos validen el sentimiento de “no solamente soy yo la que tiene rabia, no solamente soy yo la que está sufriendo una decepción grave con una patria que no te cuida, a la que no le importas a menos de que tu cercanía con el estándar de riqueza europeo sea parte de tu persona”, porque eso es lo que se valida, el resto no valemos nada.
Yo no tenía una agenda con Miss Colombia, solo quería hacer un disco bueno que en realidad fuera una representación de lo que tengo musicalmente. Mis primeros intentos en la música, todos fueron accidentales. No me imaginé que nadie iba a escuchar ni lo primero (Color, 2010) ni lo segundo (La Papessa, 2016) que saqué, porque más bien eran proyectos de arte visual que tenían un componente musical. Las canciones que he hecho antes de Miss Colombia han sido una respuesta a algún proyecto, escrito o ensayo que hice en algún tiempo y luego se convirtieron en canciones; de alguna forma es mi respuesta a todo. De repente, estamos aquí.
Con Miss Colombia fue como “okay, parece que hago algo accidentalmente y la gente, por muy poquita o mucha que sea, siente una afinidad con lo que estoy haciendo. Hagamos un álbum con un concepto que sea al rededor de las canciones”. Así fue cómo empecé el proyecto, que fueron estos poemas en forma de canción en respuesta a Miss Universo; me di cuenta de que tenía una libreta llena de poemas cínicos de amor y que a la persona a quién le estoy cantando ¡no es una persona, sino mi país!
¿Cómo fue y es tu proceso creativo? Sé que eres Virgo y te gusta la organización. Hay una idea de que los artistas son desordenados y están en espera de la inspiración. ¿Tú tienes horarios establecidos o rutinas?
Yo estoy, todo el tiempo, haciendo algo. Estoy aquí hablando contigo y ya estoy organizando en mi cabeza lo próximo que voy a hacer. Creo que eso viene de ser mamá y de la necesidad de tener mis prioridades muy enfocadas y resaltadas en mi agenda. Debo aprovechar el tiempo porque tengo que cuidar a tres pequeñas vidas que dependen de mí. Soy muy de mi casa, disfruto mucho cocinar, hornear, estar con mis hijos, jugar con ellos, porque ellos, en sí, son una fuente de inspiración muy fuerte. Si yo no tuviera hijos, si yo no fuera una madre, no creo que hubiese podido escribir una canción como “Nada” hasta ese nivel, porque ese dolor de parir, ese dolor de criar, todo ese dolor, es de otro mundo. La preocupación que yo tengo por mi cuerpo y por mi persona, claro que existe porque soy un ser humano, pero la preocupación que tengo por mis hijos, eso no cabe en el mundo, eso es una responsabilidad muy fuerte, es un dolor muy fuerte que no se puede, sino cantar de vez en cuando jajaja.
Yo conozco muchos artistas que sí son el típico artista que dice: ‘¿Qué día es hoy? Me levanté a las 3 de la tarde, me voy a volver a dormir’ y está bien. Creo que, aún si no tuviese hijos, sería como soy ahora porque mi mente en realidad está a millones por hora todo el tiempo. En este momento estoy terminando de escribir tres libretos: uno para cine, uno para televisión y uno para un cortometraje; estoy pintando como tres cosas a la vez y tengo unas ideas con unas nuevas cerámicas; estoy construyendo unos juguetes hechos de cartón para mi hija que también voy a usar para hacer unas animaciones. Todo el tiempo tengo esa necesidad de crear, es mi adicción. Yo no tengo adicción a nada: yo no tomo alcohol, no fumo, no hago drogas, no sé a qué sabe Pepsi, no sé a qué sabe McDonald’s; me gusta el azúcar, eso sí jajaja, porque horneo bastante. Vivo en mi cabeza y con mi familia, es todo lo que yo hago.
Me tomo las noticias en serio y tengo compasión porque soy negra, porque soy indígena ¡y quiero ver a mi gente feliz! Eso me hace levantarme. Hay tanta gente, tantas mujeres que no tienen la opción que yo tengo de decidir ‘qué quiero hacer y cómo lo voy hacer’. En honor a esas mujeres que vienen antes, que están ahora y que vienen después, yo tengo que hacerlo, por eso estoy enfocada. Hago listas todos los días por la mañana, y las escribo para mantenerme encaminada.
Escuché en algún lado que la música era un pretexto para poder lucir fabulosa en el escenario ¿Cómo planeabas el show vivo de Miss Colombia?
Imagínate, yo quería hacer como un show de drag en donde se escucha la música pero no se ve quién la está tocando. Iba a tener a mi marido y a mi co-productor Prince Nifty detrás de las cortinas para que no vean a los hombres sino nada más a mí. Quería tener muchos cambios de vestuario y que la iluminación fuese como otro integrante de la banda. Más que ser un concierto de música, hacer como performance art, que pueda funcionar lo mismo en un bar, en un teatro o en una galería de arte. Yo diseñé unos vestidos y empecé a diseñar otros porque, si ahora tengo más tiempo para hacer vestuario, voy a hacer más. Quiero hacer uno que sea muy, muy grande, que me vaya quitando en capas para terminar con uno pequeño. La gente me va a ver a mí, entonces, si yo quiero toco con un iPod, con que la voz suene bien, ya.
En Miss Colombia tuviste varias colaboraciones importantes. Me llama la atención esta clase de ying-yang que hubo, por una parte, con el Sexteto Tabalá y por otra con Li Saumet ¿Cómo fue tu acercamiento al Sexteto Tabalá? ¿Qué te hizo decidir que necesitabas trabajar con ellos?
Conozco al Sexteto Tabalá desde los 13 años. Mientras crecía en Colombia, escuché su música y me encantó. Yo cantaba en el Grupo de Danza Kumbé, que son quienes salen en el video de “Eso Que Tú Haces”. Cuando se hacía el carnaval de Barranquilla, nosotros compartíamos mucho el escenario con el Sexteto, y así me hice amiga de ellos. Los integrantes me quieren mucho, me apadrinaron, soy la nieta y sobrina de todos. Cuando escribí la canción de “Quiero Que Me Salves”, la escribí para ellos. Se las mandé, les gustó y cuando era la hora de grabar los videos, aproveché para ir a grabar las canciones con ellos.
Podría decirse que es una relación casi familiar. Sobre Li, me parece bellísima su amistad y siempre he pensado que la energía de una mujer en la música es muy diferente y nutritiva, ¿cómo sentiste esa energía en contraste con lo que sucedió con el Sexteto Tabalá?
La grabación de la música con Liliana fue diferente porque ella grabó en su casa, ella me mandó las voces y nosotros las mezclamos aquí en Canadá. Nos vimos hasta que fui a grabar mi video, que fueron esas dos semanas que estuvimos en Colombia. Cuando ella me mandó su parte de la música, me decía: “¡Estoy muy nerviosa! ¡No me regañes! ¡Ojalá sea así como lo quieres!”, jajaja.
Para mí, Liliana es espectacular, porque le ha abierto plataforma a muchas mujeres como yo, ella cree que yo soy la mejor artista del mundo. Todo lo que yo digo, lo toma como la Biblia. Por eso nos queremos tanto, tenemos un respeto mutuo muy grande, muy fuerte. Ella es de las pocas personas que he conocido, no solamente en la música sino en las industrias de las artes, que no tiene una agenda o un motivo conmigo más allá de ser amigas. Ella no espera nada de mí, ni me pide cosas ridículas. Me ha pasado, he tenido que cortar con mucha gente por esa razón. Siento que yo, naturalmente, tal vez por ser mamá, no sé por qué, soy muy generosa con mi tiempo, soy muy generosa con la gente, me gusta enseñar, me gusta compartir, me gusta conectar a la gente; pero eso, en la industria, es la receta para un desastre. Me ha pasado mucho que me han usado, así que ya reconozco cuando la gente me quiere utilizar o cuando la gente me quiere porque me quiere. Con ella ha sido así, es un amor muy bonito, lo que compartimos Liliana y yo.
¡Es bellísimo! Colombia, al igual que México, tiene una historia de conquista y colonización. En el caso de México, siento que esa situación histórica nos ha dejado culturalmente un sentido de inferioridad y de negación de las raíces. ¿Eso también pasa en Colombia? ¿Tú en qué momento fuiste consciente de tu herencia afro-colombiana y cómo buscaste reflejarlo en lo que haces?
En sí, yo nunca pienso: “Bueno, aquí voy a meter mi herencia” porque es algo que soy. Yo lo tengo todo dentro de mí y lo que hago simplemente es ponerlo afuera para el mundo, para el que lo quiera oír. Yo crecí entre Barranquilla y la Guajira; cuando me iba a la Guajira yo estaba en un desierto con mi familia, sin baño, sin agua, carretera difícil, una situación complicada donde tú puedes ver cómo no se respeta a las personas indígenas. Iba en un colegio privado donde estudiaban los hijos de los diplomáticos, gente de dinero, donde la mayoría eran gente rubia de ojos azules que parecían sacadas de un catálogo de Sears; no era a lo que yo estaba acostumbrada, a esa mezcla que somos en Colombia. Yo me daba cuenta cómo ellos se reían de la gente pobre, se reían de la gente negra, era muy violento; los mismos dueños del colegio, que eran gente de Estados Unidos, latinos pero blancos ¡Me trataban horrible! Yo debería de demandar a ese colegio, de verdad, fue un abuso muy evidente ¡Habían unas profesoras que me odiaban porque yo no era blanquita! Había un profesor de ciencias que alcanzó a decirnos ¡Imagínate! A una clase de niños y niñas de 11, 12 años: “Qué bueno que fuimos descubiertos por Cristobal Colón, porque si no fuera por eso, en vez de tener McDonald’s, tendríamos McMondongo, McArepa ¡Horrible!’ ¡Y todos se reían! Yo me quedaba dudando, pensando. Yo estaba consciente, no sé por qué, pero yo no nací con ese gen de superioridad española. De verdad es como una cosa genética. Ese sentido de superioridad porque no eres negro, porque no eres indígena. Yo lo entendí, yo sabía que no cabía ahí, por eso no tenía muchos amigos en ese colegio.
Mis amigos eran gente de barrios de menos dinero y la música que hacía yo en esa época era Punk, Hard Rock, Metal, Hip-Hop. Yo me montaba en un bus y ¡me iba todo el día! Me sentaba con esa gente porque ahí sí sentía que yo tenía un espacio. Ahí fue cuando empezó Lido Pimienta. Yo empecé en las calles de Barranquilla, en bares; no surgí diciendo: “¡Ah!, artista, curadora de arte, internacional, colombo-canadiense” como, a veces, la gente lo quiere vender. Yo me siento más del pueblo que de la ciudad; soy de gente pobre, familia pobre, de padres pobres, no teníamos plata, era muy poquita la gente que conocíamos que podía irse a un Tower Records a comprarse discos y DVD, o sea, yo iba a las casas de mis amigos que los tenían y ahí los oíamos, y los oíamos, luego los grabábamos en el cassette ¿Te acuerdas cuando se podía poner el CD y metías el cassette? ¿Te acuerdas? Era como ¡wow, wow, wow! ¡Yo grababa en cassette mis canciones! Era una época muy chévere y me da orgullo. Me parece que si no fuese por esa realidad en donde nací, quizá no tendría esta luz que tengo en mi proyecto.
Me gusta mucho el papel que tomas sobre la situación política y social de Colombia, es muy valiente, cómo ayudas a la comunidad Wayú y visibilizas a otros artistas. ¿Cómo llegas a ese balance entre defender una causa social y al mismo tiempo vivir de tu arte?
Pues, no sé ¡Yo digo lo que pienso! No lo pienso mucho tampoco. Es lo que yo soy. No tengo nada premeditado, yo veo las cosas desde mi punto de vista como mujer colombiana de diferentes grupos sociales y veo que esos grupos sociales son muy oprimidos, que la pasan muy mal en Colombia. Yo, viviendo en Canadá, espectacular, en mi casa, con mis hijos, lo mínimo que puedo hacer es resaltar esas cosas porque ¡me preocupan! No es una cosa que yo hago por atención, no. Lo hago porque me nace, me duele mi país, me duele Canadá, también aquí se pasan por cosas muy difíciles y yo hago parte de eso, yo me beneficio de lo que Canadá ofrece a los migrantes pero que le quita a los indígenas de aquí, entonces yo tengo una responsabilidad porque soy parte del mundo, de un mundo que quiero que cambie para bien. Por eso lo hago, porque yo soy una ciudadana del mundo que necesita que eche pa’lante.
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