RPM: 45 años del debut de los Ramones

Now I wanna have something to do:
45 años del debut de los Ramones

Por Ernesto Acosta Sandoval IG: @erniedoesvinyl

Tengo un amigo que cuenta que a finales de los 70 fue a su tienda de confianza a buscar las novedades discográficas del momento. Le pidió al vendedor que le pusiera lo más fuerte que estuviera sonando en ese momento y que sonara bien. El dueño de la tienda le puso, recién llegado, el debut de los Ramones. Mi amigo lo escuchó y dijo: “¿Eso les suena bien? No es más que un pinche rocanrolito”. Mi amigo es fan del Rock Progresivo, los solos de guitarra interminables y las insufribles e innecesarias demostraciones de virtuosismo. Justo lo que el Rocanrol puro y duro no es.

Y sí, los Ramones no son “más que un pinche rocanrolito”. Pero hasta para hacer eso se necesita técnica y gracia. Y más como un statement en el momento en el que se está lanzando. Lo que mi amigo perdió de vista en ese entonces es el momento histórico en el que los Ramones lanzaron su debut. Sí, la escena musical neoyorquina underground estaba en plena efervescencia, no así el mainstream, dominado por la teatralidad, canciones de 15 minutos o más, discos conceptuales complejos y elaborados y egos del tamaño del mundo. La esencia del Rocanrol ya se había diluido. El Rocanrol que, a final de cuentas, se movió hacia Pink Floyd, Yes, King Crimson y demás. Pero Rocanrol a fin y al cabo. Y llegan cuatro chavos feos, vestidos con ropa maltratada, tres acordes, un muy básico 4/4 y 14 canciones de dos minutos para recordarles a todos que eso es el pinche rocanrolito. A final de cuentas, eso fue lo que llevó a muchos a hacer lo que sea que estuvieran haciendo en 1976. Aunque nadie estuviera dispuesto a escucharlo en ese instante, como se demostró con las bajas ventas de su álbum debut homónimo. Aunque luego los inscribieran en eso que se llama Punk Rock, un género que igual te daba a Television que a Patti Smith que a los Talking Heads.

No es más que rocanrol en esencia, insisto. Pero qué bien se siente dejar la caer la aguja sobre el primer surco del LP y escuchar gritar a Joey: “Hey, ho! Let’s go!”, qué bien y qué calidez se siente con los tres acordes de “I Wanna Be Your Boyfriend”, qué ganas de haber vivido en ese Nueva York que ya no existe y que se relata en “53rd & 3rd”, qué ganas de mover los pies mientras los Ramones nos invitan a bailar en “Let’s Dance”, qué cercana se siente la invitación a ponerse hasta el dedo en “Now I Wanna Sniff Some Glue”.

Siempre, así renazca mil veces, preferiré eso a estructuras elaboradas de los miles de minutos que pueda durar un disco de Rock Progresivo. No me importa mucho que me tachen de simple o de inculto. A mí, al final, lo que me gusta es el pinche rocanrolito.