Sit back and enjoy:
40 años de Juju de Siouxsie & The Banshees
Por Ernesto Acosta Sandoval
Paul Morley, una de las figuras más importantes del periodismo musical británico y miembro del grupo de Synthpop Art of Noise, dijo sobre Juju, el cuarto álbum de Siouxsie & The Banshees: “Es su álbum más completamente brillante desde The Scream”. Morley, en su reseña, destacó todos y cada uno de los nueve cortes que lo integran. No es para nada exagerado decir que cada una de las canciones aquí brillan con su propia luz. Siouxsie, John McGeogh en la guitarra, Steven Severin en el bajo, y Budgie en la batería, se encargan de otorgarle un sonido propio y una identidad única a cada uno de los temas. La voz de Siouxsie adquiere texturas que no tenía en los álbumes anteriores de la banda. McGeogh experimentó con su instrumento al grado de hacerla sonar casi como un violín por momentos. Budgie le pega tales golpes a sus tambores oscilando entre lo tribal y lo melódico que uno no puede si no preguntarse cómo le habrá hecho. Severin lo amarra todo con líneas que a veces están al frente y otras son tan discretas que parece que no está ahí.
Juju apareció en un momento de inflexión para el género al que originalmente estaban adscritos sus creadores. El Punk parecía haber dado ya mucho de sí y la enorme mayoría de las bandas se habían empezado a mover a otros lados y explorar otros sonidos. Algunos se fueron hacia el reggae, otros le bajaron a la velocidad. Poco a poco se empezó a perfilar el Gótico y el Post Punk como los destinos de muchas de esas bandas. Ahí es donde Siouxsie & The Banshees aterrizaron para Juju. Lograron mezclar el filo de las guitarras agudas de antes con letras oscuras y con un cierto halo de misterio (“Spellbound”, “Halloween”) que parecen emanar de los experimentos de apenas un año antes, echados a andar por Joy Division en Closer. Aquí hay mucha intensidad con creatividad que emana de canción a canción. A pesar de que, según la propia Siouxsie, Juju es un álbum conceptual, cada canción es su propia historia y ninguna suena ni tantito parecida a la anterior o a la que le sigue. “Monitor” son casi seis minutos de un ritmo machacante, para luego pasar a lo apesadumbrado de “Night Shift”, otros seis minutos brutales.”Spellbound”, la pieza abridora y primer sencillo del álbum, es una cátedra de cómo echar a andar una canción, y prácticamente, un álbum.
Juju, junto con el segundo álbum de Joy Division, Seventeen Seconds de The Cure, y Mask de Bauhaus, es parte indudable de la música primigenia que terminaría dándole forma al Rock Gótico, de inyectarle la oscuridad que necesitaba el, para entonces, moribundo Punk.
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