La nave nodriza partió;
la excentricidad inalterable de Lee “Scratch” Perry
Por Fred Castillo Dávila @FredCastilloDa1
Un mundo que se ha quedado sin Lee “Scratch” Perry transmite tanto como una antena de madera. Rainford Hugh Perry (1936-2021) vino a este mundo a dinamitar, alterar, desvencijar y ver fundirse las bisagras donde se articulaban las formas y tiempos del flujo sonoro. Su labor instintiva, visceral, al tiempo que preclara, concisa, técnica, casi arquitectónica nos dio el panorama necesario para percibir el carácter de la música jamaiquina.
Cuando revisitamos las anécdotas que crearon el halo y que rodearon hasta estos días a Perry podemos entender la dimensión gargantuana de su figura. (su trabajo en Studio One con Dod Coxsone, donde se manufacturaron más de 30 éxitos bajo ese sello, incluido el hit propio: “Chicken Scratch”. La conformación de la mejor alineación de músicos de sesión bajo el nombre de The Upsetters. La creación de su propio sello con otro productor legendario como Joe Gibbs y su trabajo esencial para crear a Bob Marley. La concepción, concreción y puesta en marcha de su estudio legendario y mítico Black Ark, (1974) donde trabajaría y establecería su visión musical definitiva, para que como deidad de ese lugar un día de 1978 le prendiera fuego y desde esas cenizas renacer y seguir trabajando como una figura semidivina andando entre mortales por más de 40 años.
Dos de los apodos de Lee Perry: “Scratch” y “Upsetter“, describen prolijamente su ética creativa: adapta, recorta, edita, añade, desacraliza, provoca. Al final estas dos acciones alterar, rasgar contenidas en sus sobrenombres, se convertirían en una impronta de la música hecha en la isla caribeña y si pensamos en géneros como el Rap o el Hip-Hop no hay que agregar mucho más.
Un mundo que tenía a Lee Perry era capaz de hacer transmitir y vibrar a un satélite de madera. Y con simples tablones hacer su nave, el estudio Black Ark, de características bíblicas en la cual confluyeron y sobrevivieron, con una existencia robusta, prácticamente todas las especies sonoras de la música popular de Jamaica. En ese sitio mítico nacieron géneros como el reggae al modificar el tempo del Ska y el Rocksteady. Mediante el uso del delay, de efectos espaciales, máquinas de percusión y una edición llena de reverbs nos dieron como resultado el Dub.
Un mundo que tenía a Lee “The Upsetter” Perry podía observar las vetas de esa madera que vibraban y sentir al ritmo de los latidos su música. En cada anillo contenido nos decía de una postura política, ideológica, estética frente el mundo. Junto al otrora legendario productor King Tubby en el álbum Black Board Jungle nos muestran como la recuperación del Panafricanismo y la distancia que se puso a través del dub, al ser instrumental, con la estructura del hit pop y sus letras. El Reggae, con sus letras que recogían la filosofía del rastafarianismo, y el Dub, con su tempo particular, su alusión a esas utopías africano-futuristicas a la Sun-Ra, representan dos de los productos culturales más importantes de la Jamaica independiente.
Un mundo que tenía a Lee Perry era capaz de hacer un polo mágnetico a esa nave de madera y atraer a todo mundo. Esto se dio al grado que si uno quiere entender la historia de la música popular contemporánea, su conformación, flujo, basta con revisar rápidamente con quien trabajó Lee Perry como productor o participando en su rol de músico o MC: The Wailers, Bob Marley, Johnny Rotten, Paul McCartney, The Slits, Ari Up, Beastie Boys, Max Romeo y un largo etcétera.
Un mundo sin Lee Perry sería un mundo sin la fusión fantástica de la tecnología e ingeniería de audio, el halo futurístico y espacial que hallamos en los surcos de los vinilos, sin el humo de marihuana expulsado por Perry sobre los máster de las grabaciones para que vibraran bien.
Lee “Scratch” Perry @ Foro Indie Rocks
Hoy estamos en ese mundo sin Lee Perry, y podemos pensar en cómo hubiera sido un mundo sin él, en el que tendríamos que equiparar una existencia paralela sin Clara Rockmore y su theremin, Daphne Oram y los sonidos bucólicos, Bebe Barron, Pauline Oliveros y sus piezas electrónico-rituales, Bunny Lee, Phil Spector, Ike Turner King Tubby, Steve Albini o Rick Rubin.
Hoy no puedo ni quisiera imaginar un mundo sin Lee Perry en el que no exista “I Chase the Devil” de Max Romeo y The Upsetters, más allá del Grammy que ganó y los cientos de colaboraciones que tuvo con músicos alrededor del mundo. El arca ha partido y el loco divino de Lee Perry nos deja su música y el personaje que creó.
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