A secret code carved:
20 años de Vespertine de Björk
Por Ernesto Acosta Sandoval
Al inicio del siglo, pocos artistas estaban pasando un pico creativo tan notorio como Björk. Su nombre era sinónimo de excentricidad, inventiva desbordada, y despertaba un interés genuino que iba más allá de la simple curiosidad. Para el 2001, Björk venía de lanzar una triada de álbumes perfectos desde hacía siete años. Debut, Post y Homogenic habían expandido las fronteras para lo que alguien podía hacer con su voz, melodías a veces pegajosas, otras veces inquietantes, pero siempre ricas en texturas. Si había alguien innovadora y en verdad alternativa en aquellos años esa era Björk. En 1999, la artista islandesa se embarcó en una nueva aventura con Lars Von Trier a la cabeza, y su vida y su creatividad se verían por completo cimbradas.
Vespertine, su cuarto álbum de estudio como solista, fue el resultado de un año particularmente tormentoso y le significó un casi total redescubrimiento de su manera de componer, escribir letras, y cantar. Luego de la tortuosa filmación de Dancer In The Dark y de crear su soundtrack, Björk parece haberse hecho un capullo para curarse las heridas. Vespertine es un bálsamo sonoro al que su creadora se refirió en su momento como “canciones de cuna para adultos”. Es un desprendimiento de la grandilocuencia épica que fue Homogenic, cuatro años atrás, con canciones más bien discretas (“Cocoon”, “Aurora”), beats minimalistas (“It’s Not Up To You”), letras crípticas y profundamente personales a la vez (“Pagan Poetry”). Björk voltea a su interior y es como si los paisajes que descubrió en el exterior en sus álbumes previos aquí los encontrara dentro de sí misma. Es la primera de, al menos, un par de veces en su carrera en la que recurre a la obra de E.E. Cummings y adapta uno de sus poemas (“Sun In My Mouth”) para poder explicar una sexualidad más madura y segura de sí misma, menos dubitativa. Sin embargo, Vespertine no es un álbum triste, ni oscuro. Es luminoso a su manera, como dar un paso hacia lo desconocido y encontrar que no había nada qué temer
Vespertine le significó a Björk un giro en su carrera. Fue la catarsis que hace 20 años necesitaba experimentar y que pavimentó el camino que iba a tomar en mucho de lo que vendría después.
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