La Rosalía:
Ser una popstar nunca dura, pero mientras dura, es eterno
7.4
Por Samara Vizuet @samvizuet
La artista española lanzó este viernes por la madrugada su material Motomami y con 16 canciones, un par de videos oficiales lanzados y un cameo de flamenco muy nostálgico, Rosalía narra varias historias no muy complicadas y naturalmente, crudas. Pero, ¿es tan experimental el Motomami de La Rosi? Con productores como Noah Goldstein, El Guincho, Tainy, Sky Rompiendo y Pharrell Williams, la compositora cuenta que el álbum tardó tres años en ver la luz, en él, en sus palabras, de manera muy vanguardista, cuenta su verdad sobre el amor, el éxito, la grandeza, el deseo, el miedo, la melancolía y el olvido.
¿Cómo abre y cómo cierra el disco?
“Saoko” es una canción aparatosa, asimétrica, tensa, tosca, en donde la libriana hace declaraciones personales de las que ya tuve la oportunidad de hablar antes: Siniestra y de bajo grave, la cantante se reconoce como multifacética y amalgamada. En “Sakura”, por otro lado, el último tema de Motomami, Rosalía se asume trágica, vulnerable como una flor de cerezo y entre aplausos pregrabados de parodia y, voces de multitudes que corean su nombre, ella parece abrazar la idea de quebrarse, de romperse en su “fragilidad” y derretirse en lo efímero de la fama. Además de que Rosalía se funde de manera romántica y pasional en este proyecto: la catalana realiza odas al amor y al sexo en diferentes pistas y se diluye en juegos de palabras sencillos de manera dulce, cálida pero también muy perversa y de doble sentido, este flow, según ella, inspirado en artistas como Lil Kim, Björk y Madonna. Rosalía coquetea con los clásicos y a lo largo del material, alude a grandes boleros tales como Justo Betancourt y Carlos Querlos en “Delirio de grandeza”, a la agrupación salsera caribeña Fania All Stars en “La combi Versace” en la que colabora con la dominicana Tokischa –la verdad, una de las canciones que más me gustó- también a reguetoneros como Plan B y Wisin & Yandel, de manera un poco más obvia.
El álbum grita que a Rosalía le importa mucho divertirse y que su proceso creativo se trata de su experiencia con diferentes mundos, de manera física y emocional, todo esto, proyectado en distintas potencias: no puede escapar de ella misma ni de sus vínculos o de sus narrativas. La onda es que como artista millonaria, blanca y europea, pues cuenta con una que otra narrativa que ya hemos escuchado más veces de las que nos gustaría aunque, seamos sensatxs, se le recrimina a ella y a muchas otras, lo que a muchos vatos se les ensalza y aplaude. Pero, eso es otro cuento, no muy lejano. La artista que más veces ha cantado en español en el famoso late night Saturday Night Live comenta que en el proceso, sacrificó mucho de su vida familiar, aspecto que resalta en esta última entrega en la rolita “G3 N15” en la que nos encontramos con la voz de su abuela en catalán, su lengua materna, deseándole suerte, aunque muy probablemente Rosalía no la necesite, porque hace lo que quiere porque puede, no porque sea suertuda: si en algún momento en la carrera de la Rosalía, se trató de suerte, definitivamente, no es en este.
Desde mi punto de vista, que no busca ser el de una crítica profesional y severa de música, Rosalía atraviesa impulsiva y dramáticamente todos los géneros con los que se le relacionó y relaciona, no asume condiciones musicales en Motomami, porque se las inventa, se armó un concepto que equilibra la balada romántica semiamericana y Dembows casi en su esencia. En este álbum, su delivery, sus beats y flows son a veces disimétricos, a veces melódicos y muchas veces rayan en lo atonal.
Parece que a la gente le gusta y que no solo tiene sentido para ella
En Motomami vemos a una Rosalía bien alzada, se la cree y la neta, eso hace que tantxs otrxs se la crean también. Diría Maddy, el 90% de la vida es confianza y lo mejor de eso es que nadie sabe si es real o no.
Por otro lado, como producto o pieza artística, Motomami y el trabajo que hacen intérpretes cómo Rosalía, podrían funcionar como una especie de plataforma: En una entrevista que El País hizo a la productora ejecutiva, Laura Puentes, a.k.a Rosa Pistola, le cuestionaron sobre la escena española y sobre el trabajo de artistas como Kaydy Cain, Bad Gyal y Young Beef. Ahí, admite que no le molesta que dichos exponentes se apropien de cosas que en Latinoamérica se hacen desde hace años y considera que esto abre la puerta a artistas y proyectos emergentes: según ella, la apropiación hace que todo sea más global. Y es así que en Motomami encontramos los drums de Tayhana, DJ y productora argentina, en “CUUUUuuuuuute” y la producción de “DIABLO” por Nick León, ambxs integrantes del colectivo mexicano N.A.A.F.I.
Motomami es una cajita de incongruencias y lugares comunes, que tratando de no caer en algunos discursos, pos’ cae en otros. Normal, nada nuevo, Rosalía me parece tan experimental como cualquier artista que se siente incómodx con su zona de confort. El álbum me parece muy disfrutable en conjunto pero hay piezas que individualmente, no pondría en mi libre albedrío. La Rosi afirmó en una entrevista que no se ve a sí misma en una especie de proceso mecánico y cuadrado de sentarse a hacer canciones o escribir, ella siente fluir las energías, las trabaja, moldea y materializa. Las pinta y se retrata.
Voilá: Motomami, señorxs by la fuckin Rosalía.
PD: (¿”Candy” será para C. Tangana?)
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