Too many white lies and white lines:
10 años de Channel Orange de Frank Ocean
Por Ernesto Acosta Sandoval
A Frank Ocean, su disquera, Def Jam, lo tenía abandonado en 2010-2011. El artista, sin nada que perder, lanzó por su cuenta, en línea, su mixtape debut Nostalgia, Ultra. Cuando Def Jam se dio cuenta del error en el que estaban incurriendo, dada la altísima calidad de lo contenido en aquel esfuerzo, se pusieron las pilas y le entraron con todo para que Ocean pudiera lanzar su primer álbum en forma cuanto antes. Ocean, ya desde entonces, mostrando sus increíbles habilidades se fue por el lado opuesto a lo expuesto en Nostalgia, Ultra. Reclutó a un grupo de productores variopinto, que incluía a Pharrell Williams y a Tyler, the Creator, e incluyó entre sus invitados a gente del calibre de André 3000, Earl Sweatshirt y John Mayer. Se fue por un lado mucho más orgánico que antes, con menos sampleos, mucho más cargado al Funk de Prince o al Soul de Marvin Gaye. El resultado es la primera de dos obras maestras que Frank Ocean lanzó a lo largo de la década anterior.
Channel Orange sorprende porque, en un momento en el que los géneros en los que estaba inmerso parecían estar estancados, Ocean llega y les atesta un golpe que los proyecta al futuro. Con todo y que no teme mostrar de dónde viene. Aquí hay cosas de las que The Meters, Curtis Mayfield, y lo más clavado de Sly & The Family Stone, se sentirían orgullosos. Hay letras surrealistas, ancladas en la decadencia de una noche de excesos (“Sweet Life”, “Super Rich Kids”), preguntas y cuestionamientos existenciales (“Bad Religion”), el dolor del amor no correspondido (“Thinkin Bout You”), personajes excéntricos interpretados a dos voces por el mismo Ocean (la épica “Pyramids”). Todo unido por skits desconcertantes, la mayoría de las veces meramente ambientales, para situar al escucha donde Ocean quiere tenerlo. En fin, la experiencia de ser joven en Los Ángeles, durante los primeros años de la década que se acaba de ir. Lo que Channel Orange logró captar, a diferencia de muchos de sus contemporáneos (incluyendo a sus compañeros de Odd Future), que con el paso del tiempo han quedado en la lona, fue una alienación con el mundo real, que al mismo tiempo era celebratoria y condenatoria. Ahí radica parte del valor y del genio que el cantante lograría terminar de explotar cuatro años después en Blonde.
En 2012, el futuro sonaba a esto.
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