Antibalas en el Foro Indie Rocks:
Viajes y colores
Por Maza @ideasdelmaza
Los viernes en la CDMX pospandemia, o pandémica, se han vuelto caóticos. El tráfico, la lluvia, el clima impredecible y el ritmo de vida de la modernidad producen un estrés permanente en la ciudadanía. Sin embargo entre todo el ruido, hay pequeños oasis en forma de sonidos y ritmos. El pasado viernes el escenario exterior del Foro Indie Rocks fue uno de esos lugares que permiten imaginar la tranquilidad y la alegría y un mundo repleto de colores.
Mientras poco a poco se llenaba la sala, los vinilos recorrían sonidos de Afrobeat, Funk y Spacerock finamente. El escenario estaba repleto de instrumentos ambas bandas son grandes y aquello parecía una premonición de la emociones por venir. En punto de las nueve salieron Champetos del Jùjú. Banda de la ciudad pero que más bien es de un mundo multicultural, miembros de diversos estados y países, incluyendo un frontman (o más bien músico central) togolés de una potencia asombrosa. Con ritmos afrolatinos centrados en la brutalidad de las percusiones y los destellos luminosos de los metales crearon un viaje vibrante en los asistentes que fueron guiados por la energía y comunión emanada de la fuerza y la candela. Un ensamble de colores preciso y educado que enreda la piel y teje sabor; aunque en cierta performatividad del guitarrista encuentro ciertos tintes hegemónicos exotistas.
Con el cuerpo a punto y el foro cada instante más lleno, los diez músicos de Antibalas entraron al escenario y casi sin mediar palabras arrancaron un show preciso e incandescente. Abrieron con “Dirt and Blood” (con esos metales al comienzo que son una lanzadera ideal) que fue un oleada que no paró hasta el último acorde. Los neoyorkinos saben lo que hacen. Conocen bien los escenarios y entienden como meterse al público en la bolsa. Son imparables, hablan poco, pero hilan las notas con una maestría asombrosa. Las canciones de Antibalas son largas pero en directo funcionan como un continuo sonoro en el que Duke Amayo funge como guía espiritual, sobrio pero encantador, de una mezcla elocuente de Latinjazz, Afrobeat y Funk.
Nos subimos a cada nota y movimos todos los músculos con las piezas conocidas y también con las nuevas que cobran mayor vida cuando se expelen desde las entrañas. Todas las personas en el recinto bailaban como la sangre les hacían entender, comunicados en el sabor, en la armonía de pasarla bien. Los aplausos recogían las emociones y ampliaban la vibra comunal que ya entrañan tiene el colectivo con cerca de 25 vibrado. Frente a los aplausos y el sabor tocaron hasta agotarnos. El clímax llegó cuando subieron a los integrantes Champetos del Jùjú y se volcaron los pulsos en formas cósmicas que retumbaron el lugar. Horas después el sonido total que se produjo ahí me retumba en los oídos pero con tanta dulzura que quiero volver. Recoger las notas y sentirlas como esa fuente que nos arropó por un par de horas.