Blur
The Ballad of Darren
Parlophone Records
7.3
Por Ernesto Acosta Sandoval
En una primera escucha a The Ballad of Darren, el nuevo disco de Blur (y primero en ocho años), uno se pregunta si no hubiera sido mejor que Damon Albarn le aplicara la eutanasia al proyecto hace ya tiempo, como lo hicieron los Gallagher. La banda se escucha cansada, anquilosada, sin ese punch característico que estaba presente en sus discos anteriores. Incluso The Magic Whip, con sus toques melancólicos, tenía de pronto uno que otro chispazo regado a lo largo del álbum. En esa primera escucha, sin ponerle atención a las letras, da la impresión de estar escuchando un álbum hecho por cuatro cincuentones cansados, hastiados, que más que hacer música por gusto, parecen estar arrastrando las cobijas. Atrás quedaron los riffs masivos, las baterías macizas, los coros y las melodías pegajosas. Todas las canciones en The Ballad of Darren podrían pasar por la última canción del disco. La portada retoma el logo clásico de la banda, como si estuvieran volviendo la vista atrás a sus días de mayor gloria. Pero no nos engañemos, el logo está sobre un cielo nublado, con probabilidad de una tormenta inclemente.
Blur siempre se ha destacado por no hacer dos discos iguales. Incluso, cuando en el pico de su popularidad, lanzaron la trilogía Modern Life is Rubbish–Parklife–The Great Escape, cada álbum tenía su sonido distintivo y sus diferencias. Eso por no hablar del desmarque estilístico que significaron Blur y 13. The Ballad of Darren es también un punto y a parte. En una de esas, termina siendo un punto final. Hago hincapié en las letras, porque me parece que desde 13, nunca habían jugado un papel tan importante, sobre todo para Albarn. Y traigo a colación 13 porque ese fue el álbum del duelo. Es el álbum en el que la banda expió dolores, fue el adiós a la juventud, a muchas de sus ilusiones, a un período intenso.
The Ballad of Darren se puede leer como otra manera de enfrentar otro duelo desde otro momento de vida. Es un álbum triste, muy triste, sin muchas concesiones y hasta inclemente con el escucha. Es una prueba para los fans. No me puedo ni imaginar cómo están tocando esto en vivo (no he visto videos, ni explorado setlists, porque me quiero esperar a verlos hasta noviembre), ni la reacción del público ante algo tan bajoneado como “The Everglades (For Leonard)” o “Goodbye Albert”. En definitiva, no sería el álbum con el que le recomendaría a alguien entrarle a Blur. La banda ha trazado un camino muy claramente. Han crecido, se han hecho viejos ante el ojo (y el oído) público. The Magic Whip fue como su crisis de la mediana edad, en el que no sabían cómo envejecer aun. Damon Albarn podrá usar la máscara de la eterna juventud como 2-D en Gorillaz, pero no puede usarla todo el tiempo. The Ballad of Darren es la aceptación de una edad adulta, son lecciones sobre cómo despedirse de alguien, de dejar atrás y de soltar. Los fans de antaño, vamos aprendiendo con Blur, vamos creciendo con ellos.
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