Paul McCartney Got Back @ Foro Sol

Cortesía José Jorge Carreón (OCESA)

Cortesía José Jorge Carreón (OCESA)

Cortesía José Jorge Carreón (OCESA)

Paul McCartney Got Back

Por Ernesto Acosta Sandoval

Para Aída, Nino, Beto, Arturo y Brenda

Me resulta un poco difícil tener objetividad al escribir sobre los Beatles, y en especial de Paul McCartney. Puedo decir, sin embargo, cuando hace algo tan malo como “Fuh You” pero también poner en su justa medida un álbum como McCartney III, un buen esfuerzo a sus 78 años, cuando lo lanzó en el invierno del 2020. Mi falta de objetividad, eso sí, sale volando por la ventana cuando de verlo en vivo se trata, cosa que he hecho tres veces: en 2010, en 2012 y este año. Ahí sí, me es imposible no derretirme y tener el nudo en la garganta durante las casi tres horas que ha durado cada uno de esas presentaciones en que lo he visto. Así que, advertencia, esta reseña estará sesgada y es más bien el texto de un fan hablando de su ídolo.

¿Cuál es la diferencia entre McCartney y casi cualquier otro miembro de su generación que sigue en activo? ¿En qué radica que sus conciertos y giras sigan siendo un acontecimiento y noticia mundial cada vez que se lanza al ruedo? Vamos, incluso lado a lado con Ringo, la diferencia es abismal. Con todo y lo que queremos a Starr, sus conciertos no son más que curiosidades y algo así como espectáculos medio decadentes de centros nocturnos con puro has been en las alineaciones de su All Starr Band. Paul, no. Paul es honesto. Paul nunca se ha sentido como una estrella en decadencia viviendo de su nombre y de sus glorias pasadas. Ver a Paul en concierto es como ver a una banda medianamente reciente que nunca dejó de ser relevante. A lo mejor es que los músicos que lo han acompañado desde hace casi 20 años son un círculo cerrado con un sonido y una identidad propia. Como si éste fuera su tercer aire, luego de, obvio, los Beatles y Wings. No son miembros reemplazables, son un grupo de amigos tocando canciones que aman. No son músicos contratados. Son dos guitarristas (Rusty Anderson, Brian Ray), un baterista (Abe Laboriel Jr) y un tecladista (Wix Wickens) que saben que su labor cuenta, que no están nada más sacando la chamba. Y claro, el frontman más carismático del mundo. Paul nunca se siente acartonado. No hay manera. Jamás se ha sentido que esté explotando los nombres de sus bandas previas ni que cada tercer canción quiera meternos con calzador sus nuevas e irrelevantes canciones. Paul es un hombre al que le gusta su música, nueva y vieja, y que no hace distinción entre “Let It Be” o “Deep Down” (del mencionado reciente McCartney III) cuando las toca en vivo. Tan es así, que bien puede prescindir en esta gira de Got Back de “Yesterday” o “The Long And Winding Road”, como sucedió anoche, y aun así va a tener a 65 mil almas comiendo de su mano. Tan es así que puede seguir haciendo sonar cool “She’s A Woman” y “Let ‘Em In”, aun cuando son canciones, entre comillas muy marcadas, menores en su vasto catálogo. El uso de la tecnología, que entre varios de sus pares puede resultar oportunista o efectista, aquí es mucho más que una salida fácil. McCartney siempre ha sido un explorador y no trabaja en el vacío. Con la ayuda de Peter Jackson, aísla la voz de Lennon para echarse un dueto de piel chinita en “I’ve Got A Feeling”. Y sí, su propia voz ya se escucha cansada, como en “Blackbird”, pero está bien. Es lo natural. Como él siempre ha sido. Nunca ha pretendido ser un señor forever young. Es un hombre de 81 años, frente a su propia mortalidad, afrontándola con más dignidad que la enorme mayoría de su generación. Afrontándola de la mejor manera que sabe hacerlo: tocándole las fibras a un público multigeneracional que lo ama y lo adora. A un público que no ha conocido un mundo sin su música y para quienes estas canciones significan, quizá, lo mismo que para él: pequeños salvavidas de tres minutos que le entregan sentido a un mundo caótico y confuso.