La noche del gusano
Por Alejandro Ramírez @le_fraktal
Cual marcha de dementores enfundados en color negro, o remembrando ese meme donde calaveras se topan con humanos en una montaña rusa, los caminos en el Parque Bicentenario llevaban a un festival gastronómico con música Pop, o más hasta el fondo, obviamente en la oscuridad, a un cartel de poderoso y necesario Heavy Metal en tres diferentes vertientes.
Primero los noveles Orbit Culture, con el gran disco Descent como carta de presentación, muy buena por cierto para ser el primer enfrentamiento ante el público mexicano. Pero era mayor la curiosidad por ver a BABYMETAL, ya que desde el tortuoso andar hasta el escenario dispuesto, el público más joven llevaba playeras y distintivos alusivos a la banda japonesa.
“BABYMETAL DEATH”, cual siniestra pero también curiosa anunciación, primero uno a uno los integrantes enmascarados tomando sus instrumentos, y después en escena Suzuka, Moa y Momoko. Como si cambiaras los canales de una televisión y pasaras de un video de Pantera a un episodio de Sailor Moon.
Porque lo kawai también tiene su lado diabólico, porque Aggretsuko es una sátira perfecta para describir las tantas facetas de la música Heavy Metal y la gente que lo consume, porque las coreografías tienen cabida en todo género, y los coros hacen de las canciones inolvidables: “Distortion” para entender este choque cultural, esa premisa de que la música no conoce límites.
“PA PA YA!” y ese frenético ritmo y sus coros guturales, elementos electrónicos, las voces femeninas orientales que fascinan, el descontrol de los fans que bailan y hacen headbanging ante la mirada extraña de los fans de la vieja escuela que se curtió con Judas Priest, y que quizá no se sientan afines al sonido pero lo respetan, hasta el mismo Rob Halford ha cantado con BABYMETAL. Atrás quedaron esos tiempos donde la intolerancia hacía que las bandas a tanda de botellazos fueran obligadas a bajar del escenario.
Por el contrario, BABYMETAL se adueñó completamente de la tarima y con “METALI!!” vuelve a demostrar esa perfecta conjunción de estilos y sonidos tradicionales de Japón y el Rock pesado (Tom Morello de Rage Against The Machine colaboró en esta canción), las 3 Dark Sailors From Hell animando al público a no quedarse en el letargo, sana diversión y desfogue. “KARATE” y su poderosa kata sonora, “Gimme Chocolate”, el gran momento para entender que en un ciudad como la nuestra, e incluso en un mismo inmueble donde suceden dos eventos tan diferentes, y en un mismo evento dos subgéneros tan ajenos, hay espacio para todos. “Road Of Resistance” y una bandera combinando su logo con la bandera mexicana, el final perfecto para BABYMETAL entre emociones y un gran reconocimiento y respeto del público presente.
“742617000027”, esas dantescas pulsiones y la voz en loop que evoca a la demencia, la batería y las guitarras comenzaron las hostilidades, la voz sampleada de Al Pacino en la película Carlito’s Way denotando lo que nos esperaba: “Here Comes The Pain”, y en efecto, todo el dolor interno que capitalizó Slipknot en su primer album, comenzando con “(sic)”, dando sentido hace 25 años a un nuevo movimiento musical llamado Nu Metal, y terminando con este tour que celebra el suceso.
“Eyeless” y la gran diferencia entre la banda originaria de Des Moines, Iowa y otras agrupaciones que surgieron en aquel momento y que después se fueron hundiendo en el olvido: la perfecta fusión entre los sonidos clásicos del metal y los samples y nuevas formas de manipular las seis cuerdas más allá de los solos. “You can’t see California without Marlon Brando’s eyes” canta enérgico Corey Taylor, hasta la fecha no entiendo la metáfora, pero siento la necesidad de gritarla.
“Wait and Bleed” es ya un viejo tema conocido cuyo coro al unísono fue inolvidable, una infaltable en cualquier concierto de la banda, de esas que todos se saben, pero “Get This” un rabioso lado B que de inmediato rememora a Slipknot con su formación inicial, cuando la juventud daba para hacer tours en camionetas pero el presupuesto no daba para la pirotecnia. Y es aquí lo interesante de este tour a diferencia de las anteriores ocasiones: el performance, el sonido crudo y agresivo que se siente como de ensayo en el garage o de presentación en un bar de mala muerte en Des Moines en sus inicios, como si fuera 1999 y Paul Gray y Joey Jordison siguieran con vida, como si fuera aquella primera ocasión frustrada donde se suponía venían a abrir el show de Pantera en el Palacio de los Deportes en el año 2000.
Quizá algunos fans se sintieron decepcionados al no ver a Slipknot escupiendo CO2 y fuego, gruas en escena, lásers, todos esos props que aparecen en shows grabados en DVD o Blu-Ray. Este show fue para aquellos fans de la vieja escuela que los descubrieron con el home video Welcome to Our Neighborhood (editado en formato VHS por cierto), y que encendían veladoras a Ozzy Osbourne con la esperanza de que alguna vez trajera su Ozzfest a México.
“Me Inside”, la enorme adición de Eloy Casagrande en la batería, los samples y scratches a tiempo y en modo furia, el bajo trepidante, la energía que después fue mutando a lo comercial (el coro de este tema trazaba un poco el ímpetu de Corey Taylor por cantar a la par de gritar), una potencia que pocas veces se puede presenciar en escena en estos tiempos donde algunas veces lo visual sobrepasa a la música.
“Prosthetics” para recordar aquel lejano Day of the Gusano, cuando solo gracias a Knotfest pudimos ver a la banda en México, pero mejor oportunidad que aquel fallido festival donde ni siquiera salieron a tocar. Pero con “No Life” y “Only One” se pagó esa deuda, y con la organización de este evento, para bien, no se repitieron los errores que le costaron una batería a Evanescence, incendiada por la frustración de los fans en una infame noche en el Deportivo Oceanía en 2019.
“Spit It Out” y la catarsis de los más jóvenes, tan así que incluso un niño en brazos con su overol rojo y máscara le pide a su papá que lo ponga en el piso para hacer headbanging. Pero también los de más de 30 con trago en mano y dolor de espalda a cuestas hacen el esfuerzo por el desfogue. Una agradable y fresca noche en el Parque Bicentenario con una entrada más que aceptable, mientras del otro lado de la ciudad Blink 182 con medio aforo trataba de redimirse con sus fans, y donde la cerveza fue más cara.
En Slipknot se juntaron los demonios: hubo tantas máscaras como en Halloween, estuvieron aquellos cuyo crush era Kat Von D y no Avril Lavinge, los que crecieron amando a Marilyn Manson e ignorando a Allison, los que de adolescentes se cortaban los brazos en vez de llorar con “Stay Together For The Kids”. Porque en la maldad también se encuentra la salvación, la más densa oscuridad significa la luz: “Scissors” como manifiesto de este sonido aterrador pero esperanzador, la fuga de las emociones, los gritos ajenos que se sienten propios: “Just let the blood run red ’cause I can’t feel”.
El mejor show de Slipknot para aquellos que crecieron con la música, quizá el peor para los que esperaban la experiencia visual que fueron trabajando con los años, pero en conclusión una noche para apreciar el accionar en directo de la banda en su estado más crudo, sangriento y visceral. La verdadera noche del gusano.