Foto: César Vicuña (OCESA)
Foto: César Vicuña (OCESA)
Foto: César Vicuña (OCESA)
Foto: César Vicuña (OCESA)
Foto: César Vicuña (OCESA)
Por Diego Álvarez Rex
¿Qué tanta atención habrá puesto el público mexicano al militante mensaje de Roger Waters durante la primer noche de su pequeña gira Us+Them por nuestro país? Más allá de ser el Peter Hook de los sesentones paseando un catálogo cada vez menos joven, hoy día el nacido en Surrey parece ser más feroz que nunca.
Sobra recordar el profeso amor de los mexicanos por el legado musical de Pink Floyd, específicamente la triada de Dark Side of the Moon, Wish You Were Here y The Wall (álbumes del que el mismo Waters sabe tiene que incluir al menos dos temas en su repertorio en directo), pero ya era necesario que el bajista se dejara de complacencias y se pusiera a si mismo el reto de girar con material nuevo.
Mucho se ha dicho sobre Is This The Life We Really Want?, y es precisamente su sonido y contenido, tan parecido al catálogo del cuarteto mencionado, que en directo su contrapeso hace perfecto balance al momento de intercalarlas con canciones pasados los 50 años de edad; Refugiados sirios, bombardeos en Jerusalén, terrorismo en Inglaterra, un mundo donde Donald Trump es presidente y una serie de temáticas crudas, con lenguaje muy directo (“Picture a shithouse with no fucking drains – Picture a leader with no fucking brains”) no fue nada comparado con el complemento en proyecciones y explícitos mensajes durante el concierto: niños contra tanques, cables de iPhones saliendo de figuras como Mahmud Abás, Kim Jong-un y Petró Poroshenko más un intermedio con las frases: resístanse a Mark Zuckerberg, resístanse al antisemitismo israelí, resístanse a los derechos de unos animales sobre otros, etc, etc. ¡El tío no dio tregua!
Si, también hablemos del show que trae con un su clásico cerdo volador (que ahora funciona con drones), de la pirámide de luz que se crea con unos cañones que posteriormente proyectan un arcoíris, una esfera gigante, un coro de niños locales vestidos de reos, una versión montable y desmontable de la Battersea Power Station justo en medio del inmueble y vaya, un juego de luces que transportan al espectador a dentro de una portada de disco una película. Los exuberantemente costos en boletajes de la gira Us+Them si valen la inversión.
Los músicos de Waters, la mitad compuesta por quienes grabaron con él su último álbum y otro por las vocalistas de la banda Lucius (quienes cancelaron una optimista fecha en El Plaza Condesa justo por estos días que con todo que incluiría a Jim James de My Morning Jacket), todos tuvieron su propio momento de protagonismo durante el recital de más de dos horas y media, igual jugando durante “Pigs (Three Different Ones)” a ponerse máscaras de cerdo y siguiendo a Waters con el juego de luces que lo iluminaba en momentos de climax.
Igual, tomándose casi diez minutos previo al encore de Us+Them, el bajista primero se dejó devorar en aplausos que parecieron conmoverle al grado de la vergüenza, para luego despotricar sobre como Cemex es la única compañía cementera que se prestó a la construcción del muro de Cisjordania, que el presidente Enrique Peña Nieto condecorará a Jared Kushner durante su visita a nuestro país y por supuesto, sobre todo lo que tenga que ver con xenofobia, antisemitismo y movimientos bélicos. Muchos deberían de aprender de un músico con tal exposición deliberadamente aprovechándola para motivos altruistas.
Al final, cada quien rescata lo mejor de su experiencia con Roger Waters en directo, unos el escuchar clásicos de Pink Floyd, otros su show, pero deberíamos todos prestar atención a su mensaje. Waters más que nunca quiere que nos alcemos contra muros, contra opresiones y resistamos esto que el mismo llama “Pesadilla distópica” que vivimos día con día.
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