Vampire Weekend
Father Of The Bride
Sony Music
8.3
Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_
Seis años en la música Pop es muchísimo tiempo. En seis años, carreras completas se pueden forjar o se pueden destruir. En seis años, movimientos y géneros pueden surgir y se pueden desvanecer. Seis años es el tiempo que pasó entre disco y disco de Vampire Weekend. Modern Vampires Of The City (2013) los estableció como una de las bandas más propositivas y creativas de este lado del siglo XXI. Les llovieron reconocimientos, fue nombrado álbum del año en numerosas publicaciones. Ese tercer disco fue considerado su cumbre creativa en aquel entonces. Hasta hubo un momento en el que conseguir una copia física del mismo se volvió imposible por un par de meses. El grupo de universitarios, enfundados en sus suéteres de César Costa, se convirtió en un fenómeno Pop menor (menor en comparación de mega estrellas como las que ya sabemos). Cuando Modern Vampires Of The City terminó su ciclo, la banda entró en un estado de hibernación comprensible. Rostam Batmanglij, tecladista, guitarrista, y fuerza creativa en general, renunció a su puesto; Chris Baio, el bajista, lanzó dos álbumes solistas uno tras otro; Chris Thompson, baterista, hizo lo propio. Ezra Koenig, la voz cantante y el otro 50% de la fuerza creativa, se diversificó con un par de podcasts, una serie animada, armó una banda de Rap, se casó con Rashida Jones y tuvo un hijo con ella. Muchas cosas en seis años. Y es imposible ignorar todo eso para hablar del resultado que es Father Of The Bride, el cuarto álbum de Vampire Weekend.
Los álbumes dobles siempre son complicados. O resultan en una obra majestuosa, o terminan siendo una colección egocéntrica de canciones de las que el artista no se quiere deshacer. Father Of The Bride está en medio. Ya no son los chavitos recién salidos de Columbia queriendo ponerles a sus compañeros Graceland de Paul Simon para que se eduquen. Ni tampoco los músicos en desarrollo descubriendo que se pueden hacer texturas más allá de la World Music de la que se estaban apropiando descaradamente en sus inicios. Aquí Koenig parece estar explorando un poco el “Daddy Rock” en canciones como en “Unbearably White”, “How Long” o “Married In A Gold Rush”. En “This Life”, un descarado homenaje a “You Can Call Me Al”, el frontman por fin abraza su amor por Paul Simon que ya rondaba en el sonido del grupo desde sus inicios. Pero sigue habiendo momentos arriesgados como “Sympathy” (sin temor a exagerar, el momento más alto del álbum), “Sunflower” (de los sencillos que lanzaron en meses anteriores, la más destacable), y su contraparte y respuesta “Flower Moon”. Al final, son estos momentos los que pesan más que algunos temas un tanto olvidables como “Big Blue”, “We Belong Together” o “Jerusalem, New York, Berlin”.
Father Of The Bride es el paso natural en la carrera de Vampire Weekend. Habiendo iniciado como una banda fresca, que no temía mostrar sus influencias, volviéndose más experimental en el transcurso de tres álbumes, para llegar hasta aquí: tres señores con responsabilidades más adultas y un sonido más calculado. Al menos son más honestos que muchos de sus contemporáneos en eso de no quererse aferrar a una falsa juventud. Y eso ya es digno de aplaudirse. Father Of The Bride es un álbum maduro, hecho por una banda madura, lo cual podría ser un arma de dos filos dependiendo de lo que hagan después.