Directions In Music:
50 años de Bitches Brew de Miles Davis
Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_
A finales de los sesenta, Miles Davis, que siempre estaba cambiando, parecía empecinado en cambiar otra vez. En 1968 había grabado In A Silent Way, un álbum que lo había comenzado a mandar a otra dirección. Fue su primer paso hacia otro tipo de Jazz, uno electrificado e inédito. El Jazz, ese género que resultaba tan ortodoxo que si se le movía un poco, los puristas levantaban la ceja y alzaban la voz. Y Davis era experto en hacer enojar a los puristas. Kind Of Blue fue un salto mayúsculo a finales de los cincuenta por cómo había mandado al diablo toda noción preconcebida del género. Al año siguiente enloqueció a Joaquín Rodrigo y sus acólitos cuando grabó Sketches Of Spain con su desquiciada reinterpretación del Concierto de Aranjuez. Davis sabía qué notas tocar para cambiar la historia de la música y ser él el que dictara qué seguía. In A Silent Way empezó a poner los fundamentos para eso que después bautizarían como “Jazz fusión”. Fue como cuando Dylan se volvió eléctrico en 1965. La banda de Davis se engrosó con un par de pianos eléctricos, una guitarra, y un bajo. Parecía más un ensamble de Rock que un tradicional combo de Jazz. Pero eso sólo fue un ensayo para lo que llegaría dos años después.
Bitches Brew fue para ese momento de la carrera del trompetista lo que 11 años antes había sido Kind Of Blue. Quizá éste sea el cambio más drástico y definitivo que Davis tuvo en su carrera, porque además lo puso en el mapa de mucha gente que no lo tenía considerado. Fue el álbum más comercialmente exitoso en la carrera de Davis. Un álbum doble tan ambicioso como todo buen álbum doble tiene que ser. Composiciones de veinte minutos o más, que ocupan lados completos (“Pharaoh’s Dance” y “Bitches Brew” conforman el primer LP) y que nunca se sienten como un lastre, sino más bien como exploraciones de lo que Miles Davis traía adentro en ese momento. Una banda conformada por hasta cuatro bateristas, dos bajistas, y dos tecladistas (uno en cada canal). El músico llevando al extremo a su instrumento, tocando las notas más altas como nunca lo había hecho (“Miles Runs The Voodoo Down”), o yéndose al otro lado y desapareciendo de la grabación (en “John McLaughlin” ni siquiera toca). Davis y Ted Macero, su productor, aprendieron también que el estudio podía ser un instrumento: aquí hay un discreto uso de loops, reverberación y efectos de eco que, por lo general, en el Jazz no se solía usar.
El subtítulo de Bitches Brew es “Directions In Music”. Miles Davis, como buen líder, hace eso durante la hora y media que el álbum dura. Dirige. Dirige a su banda y dirige el gusto del público. Si Kind Of Blue, con sus solos e improvisaciones, trascendió e inspiró a una generación de guitarristas durante los sesenta, Bitches Brew se fue a lo macro y resultó la inspiración para géneros completos. Quién sabe si el Funk se hubiera forjado de la manera en la que lo hizo a partir de aquí si este álbum no hubiera existido. Quién sabe si el Jazz posterior hubiera volteado a ver a los ritmos latinos (menos rígidos) como fuente de inspiración. Quién sabe cuál hubiera sido la nueva dirección en la música sin Bitches Brew.
Pingback: Entrevista /// U.S. Girls: El renacimiento en Bless This Mess - Me hace ruido
Pingback: Big Ears Festival 2024: una experiencia de vanguardia global - Me hace ruido