Iron Maiden: The Future Past Tour @ Estadio GNP
Los Años Dorados
Por Alejandro Ramírez @le_fraktal
Nada dura para siempre, incluso la fría lluvia de noviembre como dice Guns N’ Roses. Una atípica y ligera brisa para colmar el tráfico, para atascar el metro, pero jamás suficiente para coartar el camino al Estadio GNP para volver a ver a La Doncella de Hierro. Es tal el compromiso por la música en vivo que mientras llegaba al inmueble, me tocó ver a un trabajador quitarse su camisa manchada de pintura para ponerse su playera de Iron Maiden. De eso se trata la vida.
Siempre hay un encanto en las canciones introductorias que eligen ciertas bandas, y “Doctor Doctor” de UFO es el preludio ideal al despertar de la bestia, que con su actual tour The Future Past rinde honores tanto a su pasado legendario, específicamente con el album Somewhere In Time, publicado en 1986, como a su obra más reciente, el album Senjutsu editado en 2021.
Y es precisamente con el tema “Caught Somewhere in Time” donde comenzó la travesía, y ahí, como atrapados en el tiempo, como si no hubiesen pasado 38 años de esta canción, o 49 años de la fundación de la banda. Uno a uno los integrantes de Iron Maiden demuestran su energía escénica: Steve Harris como mariscal supremo blandiendo el bajo cual sable dirigiendo a la batalla. La primera línea de artillería con Dave Murray, Adrian Smith y Janick Gers y sus guitarras a modo de armas automáticas de alto calibre, solos como balas de ametralladora zumbando al lado de nuestros oídos. El tambor batiente de Nicko McBrain que oculto entre sus varios tambores asemeja la labor de un artillero que se asoma de vez en cuando del tanque. Bruce Dickinson, el frontman por excelencia, emanando drama, teatralidad, euforia y carisma.
“Stranger in a Strange Land” y su sonido atemporal, “The Writing on the Wall” y su ánimo operístico, “Days of Future Past” y “The Time Machine”, poco tiempo pasó entre la última visita de Iron Maiden y esta, y eventualmente ya anunciaron un nuevo tour. La magia y ejecución de una banda que ha sobrevivido gracias a permanecer en constante movimiento. “The Prisoner”, la única canción que tocan en este tour de su célebre album The Number of the Beast, y es aquí donde viene el dilema para los asistentes: si es tu primer concierto de Iron Maiden no esperes los más grandes hits, si ya los has visto anteriormente y disfrutas no solo sus hits sino sus obras completas y su música más reciente, entonces lo vas a disfrutar más.
“Death of the Celts” en honor al legado de dicha tribu y su historia, “Can I Play With Madness” de la época en la que la banda experimentó con sintetizadores, “Heaven Can Wait” musicalizando la batalla con fuegos artificiales entre Bruce Dickinson y Eddie the Head en su faceta de pistolero del futuro, el acto teatral que hace match perfecto con la música y la emoción de la multitud que en el Heavy Metal sigue encontrando su cura y desfogue ante la vida cotidiana. Porque la playera de Iron Maiden puede portarse incluso sobre la camisa blanca formal ideal para las juntas de trabajo, pero no tanto para un concierto con esta energía y candor a pesar del frío.
“Alexander The Great”, un tema que personalmente nunca creí que la vida me diera la oportunidad de escuchar en vivo, mi niño interno que pedía prestados a su primo mayor los CDs de Maiden para grabarlos en cassette se sintió feliz de escuchar esa intro épica con el redoble de la batería que da paso al cantar de gesta que glorifica la vida y obra de Alejandro Magno. Y es que gracias a las canciones de Iron Maiden se puede saber de historia, o de mitología como con “Flight of Icarus”.
“Fear of the Dark” y sus notas que asemejan los cantos futboleros que complementan los partidos de los hammers del West Ham, el sticker de dicho equipo que adorna el bajo de Steve Harris, el coro al unísono de los presentes, las luces de sus teléfonos, el humo de sustancias ilegales que ingresaron de contrabando, el brindar con los amigos presentes, el eco de los que ya no están, el lamento de los que no asistieron.
“Iron Maiden” y su riff que comenzó la historia, misma que inició con la voz de Paul Day y que no pudo continuar Denis Wilcock, en la cual el reciente fallecido Paul Di’Anno ya no pudo encajar debido a sus adicciones, en la que Blaze Bailey colaboró para bien o para mal según los fans, historia al fin en la que Bruce Dickinson sigue llevando la batuta y estandarte gracias a su poder vocal.
“Hell on Earth” y sus 11 minutos de duración para entender que independientemente de sus clásicos, la ejecución e inventiva de Iron Maiden, tanto como sus integrantes, parecen ser inmortales. Un deleite sonoro de riffs y solos que se entrelazan perfectamente con el andar del ritmo de la batería y el bajo, y la garganta que incluso superó el cáncer. Hay algo muy poderoso en esta banda y lo demuestran en cada uno de sus imperdibles conciertos.
“The Trooper” y el ondear de la bandera británica, el headbanging que cobrará factura al día siguiente mientras sucede una videollamada en Zoom, esa emoción que siempre causa cantar su coro majestuoso, el preludio al gran final con “Wasted Years” y la reflexión: entender que de nada sirve desperdiciar el tiempo pensando en el pasado, y darnos cuenta con el rostro en alto que estamos viviendo nuestros años dorados, en los que somos bastante afortunados por seguir presenciando un show de Iron Maiden, y porque lo seguiremos haciendo hasta que tanto a ellos como a nosotros nos de la vida.