Nils Frahm
1024 Architecture
Le Révélateur
Por Luis Arce (@lsfarce) /// Fotos: BigIdeas (OzCorp)
No recuerdo estrictamente cuándo fue la última vez que un artista se molestó con el público por llegar tarde a la cita acordada. Si lo pensamos, el tiempo de las presentaciones es tan necesario como ajustado. De alguna manera, todo tiene que salir estrictamente cómo estaba planeado. No existe, de ninguna manera otra forma de aproximarse a la audiencia o al artista, que no sea más que con relación mutua de admiración y respeto.
Nil Frahm es la clase de artista -y ciudadano- que se mantiene una relación basada en la cordura, el respeto por el trabajo, y sobre todo, el compromiso por ofrecer un espectáculo lleno de vivacidad y adyacente cuidado de todos los elementos en el escenario.
Así, desde la observación casi quirúrgica de sus dedos en el piano, Frahm compone con agilidad, retira la tensión de algunos acordes mostrando una destreza mental que si bien conoce de capacidades técnicas, también demuestra que el pianista gusta de empujar la técnica hasta el punto en el cual tiene que destrozarla. Escuchamos armonías, –de hecho, el conocimiento armónico de Frahm, parece herencia de la mejor tradición europea– pero es su gusto por destrozarlos en ágiles arpegios, lo que garantiza que la experiencia sea verdaderamente valiosa.
Me recuerda un poco a la música para piano de John Adams; ciertamente es una construcción clásica; pero la forma en la que evoluciona rastrea pasos que van desde las música popular hasta electrónica avant-garde de glitches ligeramente corrosivos.
La pantalla no proyecta una simulación diferente. Es interesante descubrir que cada luz, cada esfera luminosa y cada transferencia de color ocupa una tonalidad similar a la ejecutada por Frahm en las teclas del piano.
Le Révélateur es la clase de acto que cobra sentido únicamente cuando es ejecutado como una puesta en escena. Es posible escuchar su música, pero las verdadera motivación para convertirse en un devoto seguidor del dueto, radica en su plasticidad en vivo. Sucede que actualmente, pocos actos funcionan también en la profundidad mecánica del viaje preparado. Uno podría esperar un concierto más de electrónica; pero rápidamente atravesamos los componentes del sonido y el video para darnos cuenta que eso ha sido arrebatado directamente de nuestras expectativas. Aquellos rasgos, si es que alguna vez resultaron pertinentes, ahora mismo responden a la necesidad de continuar con la evolución de la pieza –que por cierto es bastante larga–. Le Révélateur es la clase de presentación a la que deberíamos asistir con la curiosidad del malentendido. Tonalidades altas, beats que arremeten sobre la pintura nebulosa que vemos al fondo, colores enmarcados en melodías que evolucionan groseramente hasta retumbar sobre los cristales colocados en las puertas de cada palco que hay en el teatro. Todos estos elementos podrían malinterpretarse como pirotecnia demasiado pesada para ofrecer un viaje placentero. Sin embargo, estos son cuidadosos fuegos artificiales. Dispuestos con la única misión de evocar otros significados. Por ejemplo: De pronto el cielo aparece sobre la pantalla, es cuadriculado.
Tomó un poco más de lo esperado, pero al final, el “teatro diminuto” que representa Arquitecture 1024, terminó por agradarme. Por un momento pensé que se trataba de una conformación estructurada más para sorprender que para profundizar. Tanto el volumen como las luces, son extremadamente arriesgadas en el sentido de que podrían, a) ser espantosamente molestas para ciertos asistentes, y b) muchas de estas variables están pensadas únicamente para apantallar. Afortunadamente, los buenos espectáculos tienden a colocar al altanero criticismo, en el lugar de un espectador convencional.
Desde esa perspectiva, Euphoria, es un espectáculo que cumple con todo lo que promete su nombre. La luz que se proyecta sobre las cuatro pantallas, se comporta con relativa libertad, es emocionante verla moverse; dibujar un cuadrado, luego un círculo, luego algo que parece un mándala; luego la nada, y luego garabatos que convulsionan. La idea es sorprendente porque funciona dentro de todas sus cualidades, y de alguna manera, nunca pretende sobrepasarlas. Aunque las explota en todas sus facetas: ¿garabatos luminosos? Claro, los había. ¿Lluvia de estrellas? No lo duden, hubo una, o dos, o siete. ¿Air guitar con forma de sable láser? –Estás de broma, Luis Arce. No, en verdad utilizaron dicho efecto alrededor de dos o tres veces.
A/VISIÓN 1 probó que las alternativas para aproximarse a los medios audiovisules no se reducen a círculos underground o especializados y que un buen recinto también equiparara esa sensación envolvente de encontrarse, únicamente dispuesto a ser acribillado. Una excelente velada, finalmente. Plagada de sensaciones audiovisuales únicas, e inseparables. Realizarlo en el Teatro de la Ciudad fue, sin lugar a dudas, otro acierto del festival.
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