Por Luis Arce (@lsfarce) /// Fotos: BigIdeas (OzCorp)
Puede que se deba a nuestra extraña necesidad por encontrar fenómenos que habrán de conmovernos, y que diluyen nuestra emociones con la plasticidad de una pintura cuyo tema son las olas. Puede que no tengamos una forma más aproximada de explicar nuestros sentimientos que acudiendo a los lugares comunes, que evocan cierta claridad, pues cada uno de nosotros reconoce en ellos cierta propiedad de sinceridad. Puede que no. Puede que todo sea un fanatismo susceptible a la observación de otro. Puede que. Sin embargo en última instancia todas esas posibilidades resultan pueriles en relación a lo que tratan de abordar.
El 17 de abril Spiritualized ofreció un concierto en el Teatro de la Ciudad y yo decidí cerrar la boca.
Con una frecuencia inescrutable, el fanatismo suele fracasar al momento de abordar un tema. Más aún, cuando este tema nos ha hablado con demasiada frecuencia de nosotros mismos, resulta muy complicado aligerar la carga ideológica y sentimental que yace en nuestros dedos cuando queremos escribir: “Spiritualized fue de verdad un gran concierto”.
De antemano, he de declararme como un fanático abierto de la música creada por Jason Pierce. No tengo justificación. Sólo he decidido admitir la subjetividad reconocida que subyace a este texto. Sostuve además, dos pláticas con Jason, la primera por teléfono; la segunda en persona, mientras el bebía café, se quejaba del calor de la ciudad, y yo le preguntaba por el cuestionario que aparece en Ladies and Gentlemen We Are Floating in the Space.
Spiritualized, es una asociación de diversas probabilidades. Veamos primero ahí a Pierce. Sentado sosteniendo su guitarra Fender, provocador dentro de una sentencia necesaria: no hace falta la pirotecnia. El grupo que suena detrás de él lo entiende en toda su sintomatología: es un hombre callado, pero enteramente conectado con su experimento, enteramente dispuesto a entregarnos lo mejor de su persona.
Comienza primero con un arrullo, la pieza “Here It Comes (The Road, Let’s Go)”, creada bajo el eterno consuelo de la sanidad, de la invención de nuevas realidades a las cuales podemos acercarnos, sólo desplazando los oídos más allá de sus limitaciones. Es una pieza tan perfecta para iniciar la conversación que no existe grabada en estudio, sólo sucede en vivo. Así de cuidado se muestra ya este espectáculo y esa canción es tan sólo la puerta.
Con “Hey Jane”, me he descubierto fascinado ante un público mexicano que se comporta como nunca antes; posiblemente sean las butacas o el calor que hay dentro del recinto, pero la audiencia ha permanecido callada cuando la canción lo amerita. “Medication” con su largo proceso de gestación, ha hipnotizado a todas estas personas. En total, resultan dos horas de música cargada de una fe que ya pocas veces encontramos no sólo en el rock, sino en la totalidad de la manifestaciones humanas. “D Song”, “Take Good Care of It” o “So Long You Pretty Thing”, representan momento cargados de la más álgida vivencia escénica. Queda claro que Pierce respira su música, aun con sus destrozados pulmones, y logra de paso, que nosotros respiremos también.
En relación al espacio interior de esta música, sólo puedo decir que la sinceridad puede crear lazos genuinamente humanos, que atendemos a la personalidad de un hombre de la misma forma que lo escuchamos cantar, y pocos son tan afortunados como Jason Pierce a la hora de este suceso. Ahora mismo, prefiero callar nuevamente; recordar que este concierto será motivo de largas charlas en el futuro, y recostarme para recordar porque esta agrupación, este proyecto, este hombre sigue siendo uno de los referentes más importantes de la música contemporánea. No es un genio, y no lo intenta; es simplemente un hombre que busca apropiarse de algo, un pedazo de nosotros mismos. Finalmente, ¿qué puede un hombre sino a los otros?
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