Turn off your mind, relax and float downstream
50 años de Revolver de los Beatles
Por Ernesto Acosta Sandoval (@erniesandoval_
En 1966, Ray Davies de los Kinks reseñó para la revista Disc And Music Echo el último álbum de los Beatles. Fue despiadado. De “un montón de basura” no lo bajó, aunque le dio cierta clemencia a algunas canciones y alabó la producción.
En “Lady Lazarus”, el episodio ocho de la quinta temporada de Mad Men, Meg le entrega a Don una copia del más reciente álbum de los Beatles, y le dice: “Empieza con esta”. Don Draper pone el LP en la tornamesa y se sienta. Mientras bebe un whiskey, de las bocinas salen ruidos extrañísimos. “Tomorrow Never Knows” irrumpe en sus oídos y Draper no sabe ni qué lo está golpeando. Enojado, se pone de pie y quita el disco abruptamente sin que la canción termine.
Esas dos anécdotas, una real y la otra ficticia, dejan claro que no todos estaban dispuestos a recibir algo tan disruptor como Revolver en su momento.
En la Rolling Stone Album Guide dedicada a los Beatles, Wayne Coyne de los Flaming Lips nombra a Revolver como su álbum favorito del grupo. Dice que en él todo está amplificado y todo es distorsión. Si se escucha a un volumen lo suficientemente alto, la aseveración cobra sentido. Hay tanto sucediendo al mismo tiempo que los canales en los que fue grabado resultan insuficientes para contener la creatividad de la banda. Incluso en los equipos de audio de hoy en día.
En 1966 ya nada podía contener a los Beatles, ni ellos mismos. En diciembre del año anterior habían empezado a dar muestra de ello con Rubber Soul y ese inusitado paso a la madurez que los hizo alejarse para siempre de la inocente imagen de estrellas pop para adolescentes. Revolver es la secuela amplificada de Rubber Soul. Hasta las canciones de amor como “Here, There And Everywhere” (supuestamente la respuesta del grupo a “God Only Knows” de los Beach Boys) suenan atascadas y viciadas. Ahora sí ya no hay rastro de inocencia. Volviendo a “Tomorrow Never Knows”, George Martin cuenta que Lennon llegó con una canción de un solo acorde (Do mayor) y le dio una sola instrucción: “Hazme sonar como si estuviera parado en la cima del Himalaya gritando a través de un megáfono”. Martin supo traducir de inmediato lo que el cantante quiso decir y se puso a mezclar cantidad de sonidos que fue encontrando, dando pie a uno de los más tempranos usos de sampleo que se tengan en la memoria en un disco de música Pop. Ese es el nivel de exigencia que los Beatles estaban pidiendo hace cincuenta años. Un nivel de exigencia que los llevaría a no tocar ninguna canción del disco en sus giras de 1966 por la imposibilidad de reproducirlo en vivo. Dudo mucho que incluso hoy se pudiera lograrlo si alguien se lo propusiera.
Como fan absoluto de los Beatles no sé exactamente en dónde pondría Revolver dentro de mis discos favoritos del grupo. Sé que muy alto, quizá abajito del Rubber Soul. También sé que es difícil decir algo del grupo y de este disco en particular que no se haya dicho ya hasta el cansancio. Lo que sí sé es que de haber vivido en los sesentas mi reacción hubiera sido muy diferente a la de Davies o a la de alguien en la posición de Don Draper, ya que como indica la primera línea de “Tomorrow Never Knows”: a veces hay que apagar la mente y dejarse ir.
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