Por Stephanie Rosales @Phananarama
Fotos y reseña Óscar Villanueva (Flickr)
¿Cuántos años han tenido que pasar para que pudieras ver en vivo a una de tus bandas favoritas? ¿3? ¿6? ¿10? Muchos tuvimos que esperar toda una vida para tener por fin a Descendents frente a nuestros ojos.
El pasado sábado, la Carpa Astros fue testigo de una presentación histórica que vio de todo: lentes pisados, bocas rotas, tenis perdidos, lágrimas, besos y fraternales abrazos. La banda encargada de inaugurar tan especial noche fue Gula, celebrando 25 años de Punk Rock; seguida de After The Fall, que subió al escenario para amenizar una espera que parecía interminable.
Originalmente, la salida de Descendents al escenario estaba planeada para las 9.45 pero se adelantó unos minutos. Ya con Stephen, Karl y la leyenda Bill Stevenson en el escenario, Milo tomó el micrófono para saludar y compartir su emoción por, finalmente, pisar México.
Tal como lo hizo durante su gira latinoamericana, que tocó países como Argentina y Chile, la banda comenzó con “Everything Sux” desatando los primeros torpes empujones y que algunos buscaran la manera de salir de entre el tumulto para tomar aire.
“Hope”, “Pervert” y “Rotting Out” sonaron una tras otra mientras se veían caras familiares en el pit. “I Wanna Be A Bear”, “I Like Food” y “Suburban Home”, canciones clásicas de la banda, provocaron múltiples intentos fallidos de crowdsurfing y que muchos se fueran de boca entre la gente, dejando claro que el tiempo no pasa en vano y que ninguno de los presentes seguía teniendo 16 años.
Las nuevas, como “Shameless Halo” y “Victim of Me”, fueron coreadas al unísono por pocos pero muy entregados fans, momento que otros aprovechamos para recuperar el aliento y atarnos las agujetas para volver a soltar patadas con “Coffee Mug” y “Myage”.
El momento más emotivo de la noche, por lo menos para quien escribió estas líneas, llegó con “Nothing With You” y “When I Get Old” solo pocos minutos antes de que la banda dejara vacío el escenario para el primer encore.
Habían corrido ya 28 canciones y poco menos de una hora de show cuando Bill tomó el micrófono para, en un atropellado pero bastante entendible español, agradecer y compartir unas palabras con el extasiado público que para ese entonces ya había perdido tenis, carteras y hasta dientes.
Ya cansados, sudados y sin camisa, algunos incluso ya en piloto automático, muchos seguían cantando, saltando y tirando codazos con “Smile”, canción que sonó justo antes del segundo y último encore de la noche.
De nuevo, Bill tomó el micrófono para cantar un snippet del clásico de Luis Miguel “Cuando Calienta el Sol”, dando paso a la última parte del set compuesta por “Testosterone”, “Spineless and Scarlet Red” y “Catalina”.
Durante 34 canciones muchos vimos pasar la vida pasar frente a nuestros ojos. Sentimientos encontrados y nostalgia fueron la constante de la noche; estar por fin frente a frente con quienes te acompañaron indirectamente por tanto tiempo.
“Ya vi a Descendents, ¿ahora qué me queda?” escuché mientras me enfilaba hacia la salida. Y sí, después de haber vivido el concierto por el que esperaste más de una década, ¿qué más te queda por vivir?
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