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30 años de Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me de The Cure
Por Ernesto Acosta Sandoval @erniesandoval_
En algún momento de 1988, Robert Smith hizo un breve alto en el camino. Entró en una crisis existencial y creativa en la que se dio cuenta que estaba por cumplir 30 años y aun no había hecho, según él, su obra maestra. Recordó los casos de todas sus influencias y vio que todos los creadores detrás de los álbumes que le gustaban tenían menos de 30 cuando hicieron sus mejores discos. Pero él no. Con esta obsesión en mente, se metió a grabar Disintegration, que vería la luz el siguiente año. Sin embargo, regresemos un poco en el tiempo para hablar del disco que hoy nos toca.
Para 1987, Smith no parecía cansarse. En menos de diez años, su banda, The Cure, había caminado, como si tal cosa, entre casi todos los géneros imaginables. Había ido del Post Punk más puro en Three Imaginary Boys al gótico más denso en Seventeen Seconds, a una especie de Proto-Industrial en Faith y Pornography, había coqueteado con el Metal en The Top y finalmente le había dado un giro más luminoso a su estilo en The Head On The Door. Además de que fue el guitarrista oficial de Siouxsie & The Banshees durante todo ese tiempo. The Cure era esa banda indefinible que nunca defraudaba. No había manera de ponerlos en un cajón y eso era lo increíble con ellos. Y llegamos a Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me. El disco inclasificable entre lo inclasificable.
El séptimo álbum de The Cure es el perfecto resumen de la carrera de la banda hasta ese punto. Nunca se inclina por un sólo género y parece ser más el muestrario de las obsesiones y habilidades de Smith como compositor. Todos los estilos en los que se había sumergido la década anterior aparecen regados en las 18 canciones repartidas en los dos LPs que conforman el álbum. Al ser The Cure la banda ecléctica que es, el disco no es conceptual ni tiene una secuencia lógica y juega más bien a sorprender al escucha. Pasa de lo espeso de “The Kiss” a lo tierno de “Catch” de un momento a otro y luego a lo frenético de “Torture”, para luego entrarle a la seductora oscuridad de “If Only Tonight We Could Sleep”, y eso apenas es el lado uno. Se sumerge en una alberca de desesperación en “Why Can’t I Be You?” y “How Beautiful You Are”, que bien podrían parecer dedicadas a la misma persona en distintos momentos, y luego retoma los elementos orientales de The Top en “The Snake Pit”. Ya encarrerado, hasta le entran al Funk en “Hot Hot Hot!!!”. Lo que sí es que nunca había sonado tan melancólico y con tanta añoranza como en “Just Like Heaven”, y ahí ya estaban las pistas para Disintegration.
Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me es, pues, el álbum encrucijada de The Cure. Le puso un punto y a parte a la carrera de la banda para empezar un nuevo, aunque breve, capítulo dos años después. Smith, en 1988, estaba preocupado por no haber hecho su obra maestra todavía, pero no estaba viendo que él solito había cimentado un género completo y de paso redefinido varios y Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me era el muestrario de su creatividad y fuerza inagotable.
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