Full Of Hell
Malestare
Annapura
Sacrificio
Dismorfia
Por Diego Álvarez Rex
Un domingo cualquiera para unos, una violenta vomitada de decibeles y guturales para otros. El cuarteto de Grindcore y Powerviolence norteamericano, Full of Hell, que hoy día está dando tanto de qué hablar en los géneros extremos fue por la puerta grande.
Como una importante parada en una gira que les llevo a seis ciudades diferentes de nuestro país, el grupo logró convocar un variado quórum ataviado exclusivamente de negro que comprendió tanto vieja como nueva escuela. En parte por su infalible sonido “rápido y furioso” como toda banda de Grind que se respete, y en otro por sus acercamientos al género desde la perspectiva de la vanguardia: a veces Drone, otras Post Metal, y por momentos puro Noise, la banda en vivo sabe mostrarse versátil.
Antecedidos por una serie de apariciones locales, ninguna que haya rebasado los 20 minutos debido al corte que varió del Crust al Hardcore y similares, Sacrificio, Skid Raid y Annapura no “calentaron motores” sino tuvieron a varios coreando, “mosheando” y saltando uno sobre de otro hasta que llegó Malastare desde Guadalajara quienes, retrasados por el tráfico con todo y los norteamericanos de pasajeros en su camioneta, tocaron aún más rápido para compensar el tiempo perdido.
Ya para cuando Full of Hell tomó escena, el piso de La Cosa Nostra estaba más que resbaloso por la cerveza y sudor derramados, además de sentirse un poderoso “hornazo” dentro del lugar. Sin saludos, preámbulos o preparativos más allá de una cinta con diálogos que suelen anteceder algunos temas de su última producción, la banda arrancó y tronó con todo desde el sistema de sonido. Lo grandioso de este tipo de conciertos es que es necesario dar todo durante cada canción ya que uno no sabe cuando puedan durar dos minutos o tan solo treinta segundos.
Apenas media hora y sonaron “Gordian Knot”, “Crawling Back to God”, “Barb and Sap” más un par de temas nuevos, la banda intentaba abandonar el escenario tras una severa y contundente actuación, pero el público exigió más una y otra vez hasta que la banda regresó dos veces más al escenario hasta azotar el micrófono contra el piso. Imparable, inclemente y jodidamente fuerte: así deberían ser todos los conciertos hoy día.